“¿Perderé mi dignidad?
¿A quién le importará?
¿Despertaré mañana?
¿Quién me amará?”
“¿Perderé mi dignidad?” Se preguntan los personajes
afectados por el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirido (mejor conocido como
SIDA) en el musical de Broadway, “RENT” (mi musical preferido, tengo que
aclarar, así que cualquier adulación referida a esta obra maestra, se debe a
eso). La dignidad, es un tema que también se plantea el hermano de Ezequiel, y
el protagonista de Los ojos del perro
siberiano de Antonio Santa Ana: “Mis padres al no poder evitar la evidencia
de que Ezequiel iba a morir, tuvieron que inventarle una enfermedad. Como si
fuera más digno morirse de leucemia que de SIDA. Como si fuera indigno ser
sidoso. Como si en la muerte hubiera
alguna dignidad”.
1.
La vida
es hoy
“Él se quedó serio
un rato, y luego dijo: El SIDA es como una tormenta, nadie quiere sacar la
cabeza para ver qué hay afuera.”
“Como si fuera indigno ser sidoso”… A través de los años,
esta enfermedad ha sido objeto de muchos pensamientos, sensaciones, prejuicios,
pero sobre todas las cosas, ha sido objeto de discriminación, hacia aquellos que la portaban y/o portan. ¿Por
qué? Uno se pregunta. Supongo que tendrá que ver con que los primeros en
contraerla fueron personas homosexuales, gracias a los cuales comenzó a
denominarse a la enfermedad como la “peste rosa”. Luego, empezaron a contraerla
gente heterosexual, pero la mayoría de ellos, eran drogadictos, que al
compartir las jeringas contraían el virus. Y todo eso condujo al prejuicio. Si uno tenía SIDA, era
homosexual o drogadicto. Y ambas cosas, estaban muy mal vistas.
“Como si en la
muerte hubiera alguna dignidad” “¿Despertaré mañana?”. Otro
tema que aparece clarísimo, es el de la vida y la muerte. Como de repente, se
acorta el plazo. El tiempo corre, y cada vez queda menos. ¡Y quieren vivir más!
¡Aprender más! ¡Todo lo antes posible!, o, tal vez, sólo algunos. Porque otros,
por ejemplo como Roger, uno de los protagonistas de Rent quien contrae SIDA a
través de su novia ya fallecida hace unos años, se sumergen en la depresión y
deciden apartarse de la sociedad, a esperar la muerte, solos. En cambio, Mimi,
una joven de 19 años que también tiene SIDA, pero es totalmente lo contrario a
Roger. Ella quiere vivir, experimentar, y disfrutar todo lo que pueda, durante
el poco tiempo que sabe que le queda. Dice: “Vencé el temor, para vivir mejor.
No hay más dolor. No hay más opción. No
hay más que hoy”
Y este pensamiento me recuerda a Ezequiel, “Mirá, lo único
cierto que sabemos todos es que nos vamos a morir. Y lo único incierto es el
momento. Digamos que al enterarme que lo incierto avanza sobre lo cierto, me
propuse no morirme hasta poder tocar la Suite No. 1 en Sol mayor de Bach. Y se rió”
“Ninguna enfermedad te enseña a morir. Te enseña a vivir. A
amar la vida con toda fuerza que tengas. A mí el SIDA no me quita, me da ganas
de vivir.” (Esto perfectamente podría haber salido de los labios de Mimi, pero
lo dijo Ezequiel)
Ambos se plantean el vivir la vida. Pero, también, sufren los
mismos miedos sobre la tormenta rosada y todos los truenos y relámpagos que
vienen con ella.
1.
En los
ojos de Sacha
El rechazo. Esa es una de las consecuencias que tienen que
afrontar. En estas obras se ven dos formas de rechazo. Una la de Roger, y otra
la de los padres de Ezequiel.
Para poder describir esto más cómodamente, al menos para mí,
habría que cambiar rechazo por la no aceptación.
Entonces, hablando de la no aceptación de la enfermedad de
Ezequiel por parte de los padres se puede ver esta discriminación de la que
hablábamos antes. Los padres, demuestran un prejuicio hacia Ezequiel y sobre
todo, hacia su enfermedad. “¿Cómo es que un hijo mío se contrajo esta
enfermedad, cuando sólo los drogadictos y los homosexuales, la contraen?” Podría
pensar el padre. Entonces, eso lo hace indigno de esa familia, lo hace
despreciable, lo hace virósico, lo hace un sidoso.
Ese prejuicio, o estereotipo, o tal vez hasta un símbolo,
que se ganó el SIDA en sus comienzo (años 80’ - 90’ aproximadamente), perdura hasta 1998 (año
de publicación de este libro).
Ese miedo a lo
diferente. Y creer que al ser diferente, se es defectuoso. Y por ende, no
perfecto. Y, al parecer para la cabeza de los padres de Ezequiel, no digno de
pertenecer.
Ahora bien, la situación del otro personaje del que quería
hablar, tiene que ver con la no aceptación de la enfermedad, pero no de
terceros, sino de él mismo hacia él mismo. Roger, no se pudo perdonar haberse
contagiado, y no acepta su enfermedad. Se deprime y lo único que quiere es
encontrar algo que lo ayude a continuar. Busca una canción. Una “Canción de
gloria”:
“Un tema, sólo un
compás. Gloria, que redima a este alma, que su oportunidad perdió (…) Hoy y
antes que el virus tome el control. Gloria, esta noche. Canción que mi vida
llenará. El tiempo se va y hay que aceptar que se acerca el final. El tiempo se
va…”
“Muchos opinan, que el amor no está en venta.
Pero al menos se alquila, un contrato de vida.
De amor, hasta el fin.
Si, con millones de besos,
cuídate.”
Lágrimas, lágrimas y más lágrimas caen cada vez que suena
esta canción. Cuando se llora con el arte, significa que el trabajo está hecho.
Porque llegó. A lo más profundo. Tocó un nervio. Una fibra del corazón del
espectador. Y eso, quiere decir que dejó una marca. Grabada, esculpida,
tatuada. Y esa sensación, es maravillosa.
“(…) En el momento de las doce campanadas toda la familia levanto sus
copas. Pero, ¿cómo desearle feliz año a alguien que probablemente no lo
terminará?
Me acerqué a Ezequiel y le dije un “te quiero” apenas susurrado. Él me
abrazó y me dijo: “Yo también”.
Era todo lo que necesitaba oír.”
Que ambas obras ocasionen esto, no es un detalle menor. Y
que aunque se lean, vean, una y una y otra vez, siempre llega la parte en donde
los personajes dicen esas palabras justas para que la gota caiga y le dé paso
al manantial de lágrimas, es simplemente increíble. Y eso, lo hace
verdaderamente placentero, a pesar de las lágrimas. Porque hace sentir cerca al
espectador. Como, parte de la historia. De su historia.
“Ezequiel era un
gran lector, y me recomendaba libros con gran tino.
-
No
importa si los entendés, o no; si te gustan dejáte llevar por las palabras, y
que sean como música en tus oídos- me decía.”
Morena Vella
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