sábado, 1 de febrero de 2014

Paternidad, feminismo y justicia



 “La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor,  verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido, solo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios”
Emma Zunz, mujer joven de clase media, que se ve atravesada por la venganza, la muerte y la injusticia, busca recuperar el honor de su padre que, acusado de un robo que él le confesó no haber cometido, muere en Brasil lejos de su hogar.
Emma trabajaba en la fábrica de Aron Loewenthal, encargado de provocar el exilio de su padre y, ante la reciente noticia de la muerte de su progenitor, planifica en cuestión de días una venganza para hacerle pagar sus culpas al dueño de la fábrica.
La venganza precisa de dos actores, uno que inicie la acción y otro que responda con la misma moneda, por eso se la diferencia de la violencia, en la que solo hay un agresor.
Esta historia acerca del peso de la figura paterna y de las obligaciones que sus hijos sienten en relación a ésta, también la encontramos en El Mandato, la novela de José Pablo Feinmann. En la obra de Feinmann la aparente fragilidad de la mujer se revierte utilizando su cuerpo y sus encantos para cambiar el curso de la historia.
La figura paterna es una parte importante en la vida de todo ser humano, es el primer educador y es el principal lugar de donde uno extrae la ideología, la opinión, los enojos y la cultura, por eso la consideramos fundamental en “Emma Zunz” ya que la joven se ve dolida mentalmente por los problemas entre su padre y el dueño de la fábrica que derivaron en la muerte de ambos. Por otro lado, en El Mandato para Pedro Graeff, uno de los protagonistas de la novela, el éxito pasa por la fertilidad, la fertilidad por la hombría. La garantía de ser hombre es la continuidad genética. Al no poder cumplir con ese mandato, Leandro, hijo de Pedro, se encara con el fracaso. Finalmente Pedro también muere.
Nos es fácil relacionar estas dos historias, aunque Borges situó su cuento en su amada ciudad de Buenos Aires y Feinmann eligió un pueblo inventado que nombró “El ciervo dorado” de ambiente rural, ambas coinciden en su ubicación temporal, la década del veinte.
El papel de la mujer en ambas obras es parecido, porque son determinantes para el desarrollo de las tramas y ponen sus respectivos cuerpos en juego, en el caso de Emma, hasta se deja violar para tener la coartada perfecta que justifique el asesinato de su jefe, por otro lado, Laura, esposa del protagonista, decide también sobre su propio cuerpo, al acostarse con el amigo de Leandro para concebir un hijo, no solo por obligación, sino también por placer.
Entonces se abre otro tema crucial tanto en el cuento como en la novela, que es el feminismo, y nace como una ideología de protección a los derechos de la mujer, que propone mucho más que igualdad de género y deriva en un pensamiento analítico en cuanto a la manera en que se forma nuestra sociedad y cómo se convive en ella.
La sociedad Argentina en ambas obras se encuentra partida, atravesada por huelgas, manifestaciones, reclamos populares, dictadores y venganzas. En ese escenario de cambios y conflictividad social, tanto Borges como Feinmann (aunque el cuento del primero, incluido en El Aleph fue escrito en la década del cuarenta, mientras que la novela es contemporánea), cuestionan la autoridad instaurada (el padre, el patrón) y dan a la mujer un rol fundamental capaz de torcer el rumbo de los acontecimientos.


Marcos Arboleya

Anatomía de un corazón roto

“El beguén” o ¿qué vuelve? como me gustaría que se llame el cuento de Angélica Gorodischer. Una historia de amor, de una mujer que da todo por su hombre y este no le paga como debe. El amor es así, dicen muchos, nunca te van a dar lo que mereces, siempre das más de lo que recibís, pero la Negrita quería todo, ¿quién no quiere todo en el amor? El cariño que le tenía a Richi, no se lo tenía a nadie, dio su vida por él, aguantó estar presa por su amor, y Richi, él se olvidó de ella, y así comienza y finaliza la historia. Y entonces yo me quedo pensando, ¿hasta dónde uno es capaz de dar todo por amor? ¿Por qué damos más de lo que recibimos? Uno cree tenerlo todo, cree ser la persona más feliz, está dispuesto a arriesgar su vida por la otra persona, pero ¿se lo merece? Eso es lo que siempre nos preguntamos, ¿se merecerá que le dé todo esto? ¿Seré solo un capricho o seré algo más? No hay forma de darse cuenta de eso mientras compartís tu vida con la otra persona. Algo parecido sucede en Sé que volverás de Mary Higgins Clark. Zan nunca pensó que su marido podría hacerle daño alguno, hasta que se entera que él secuestró a su propio hijo con tal de verla sufrir, no soportaba saber que ella era feliz con su hijo.

Con el paso del tiempo uno se va dando cuenta de que el amor es algo que dura poco si no se renueva constantemente, el amor es lo único que te hace feliz e infeliz al mismo tiempo “jamás fui feliz e infeliz como he sido contigo”, diría Arjona. Pero ¿cuáles son esas cosas que nos hacen bien en el amor? El hecho de vivir o pasar el mayor tiempo de tu vida junto a alguien, hace inconscientemente que creemos una cierta dependencia hacía esta persona, estamos bien si la relación con nuestra pareja marcha bien, si esto no es así demostramos un gran grado de angustia. Pero aunque sentimentalmente estemos mal, a la otra persona no podemos dejarla ir, por el cariño que le tenemos, por todo lo que nos gustaría vivir con esa persona, por miedo a quedarnos solos. Cuando uno siente que pierde a un ser querido, lo que siente es el miedo a quedarse solo, a no conseguir a otra persona que nos haga igual o más feliz de lo que nos hace esta.

Así como existen cosas que nos hacen bien en el amor, también hay cosas que lastiman, que nos hacen sentir dolor, decepción y odio. Sentir que la otra persona te abandona, sentirte solo aunque estés acompañado. El hecho de una relación no se renueve y hayan iniciativas nuevas hace que ésta pierda el amor, pierda esa pasión que había desde un principio. Y es en ese momento en el cual sentimos la traición, nuestro amor, nuestros pensamientos se desmoronan. A la otra persona ya no le importas como vos crees, tus ideas se funden.

“Te mostré mis cartas, jugaste tan fuerte y echas todo para atrás”, canta Roma. Te defraudaron y no sabes qué hacer, pensás que el amor es lo peor que existe y no querés volver a enamorarte nunca más por miedo a que te lastimen.

Entonces el amor ¿es bueno o malo? Entre lo bueno y malo se desplazan la mayoría de nuestras relaciones con cosas o personas. Nos hace bien en un sentido y mal en otro. El amor no respeta fronteras, se adueña de todo, de la conciencia y hasta de tu forma de perder la razón, amar es compartir, amar es una inmensidad, es felicidad que en ocasiones dibuja sufrimiento, amar es alegrarme de su existencia, amar es libertad. Entonces el amor no es ni bueno ni malo, solo depende de cómo sea la relación que uno tenga, queda en uno elegir tener un amor que te haga bien o uno que te haga sufrir.

Ángeles Córdoba

En las nubes



En las nubes es el título de este libro de cuentos del autor inglés IanMcEwan. Se trata de siete relatos independientes relacionados entre sí que nos cuentan las aventuras que tuvo Peter Fortune de niño. Asombrosas aventuras que surgían a causa de situaciones de la vida diaria y que lo llevaban a Peter al mundo paralelo de la imaginación y la creatividad: fue atacado por una muñeca maligna, hizo desaparecer a su familia con una “crema disolvente” y cambió cuerpos con un gato, un bebé y un adulto. Podría pensarse como una buena salida a las dificultades que se nos presentan diariamente. Pero, “en las nubes”, “en babia”, o “en cualquiera” suelen decirnos los profesores cuando nos ven totalmente desconectados con su materia. Muchas veces esto es un simple llamado de atención, aunque si la suerte no nos acompaña ese día, esto puede repercutir en nuestra nota actitudinal. Pero, ¿qué culpa tienen los alumnos si se les pasó volando la hora sin darse cuenta y lo único que hicieron fue mirar un punto fijo en el que se proyectaron una y mil historias a causa de su imaginación? Nos cuenta el narrador, que esto es por lo que transita Peter y la causa por la que le llaman la atención en clase. Tanto Peter como muchos estudiantes tienden a desprender su atención en hora de clase y los profesores a regañarlos. Pero muchas veces, esta conducta del alumno es inevitable y no intencional. Los motivos pueden ser varios: quizá el estudiante simplemente no está interesado en la materia, quizá está pasando por un momento conflictivo en su vida o con la familia, quizá está sufriendo momentos de estrés y nerviosismo o peleando con los pensamientos negativos. Pero también puede deberse a otros factores. Es probable que el alumno resulte ser un verdadero talento y se esté aburriendo en clase. Puede suceder que el alumno tenga fuertes aptitudes en una materia determinada e impelido por esa fuerza y energía que lo aborda se encuentre sumido en un deseo que lo transporta más allá del interés por los aprendizajes regulares. Es entonces que inconscientemente su atención se desvía de la clase del profesor y se embarca en el mundo de la imaginación y de los “daydreams” (sueños que uno tiene estando despierto). Tenemos en este caso los ejemplos, solo para contar algunos, de John Lennon que se la pasaba escribiendo canciones en horas de clase, de Walt Disney que fue considerado un mal alumno que no atendía a sus profesores, de Salvador Dalí que abominaba el colegio, no atendía en clase y se dedicaba a dibujar, del escritor Honoré de Balzac a quien expulsaron del colegio por desatento, de Charles Darwin, alumno muy mediocre, del novelista Gustave Flaubert que siendo niño fue calificado de pasivo e inestable, del poeta Paul Cézanne quien consiguió aprobar el bachillerato de milagro, del inventor Alexander Graham Bell, creador del teléfono que detestaba el colegio y se “rateaba”, de otro inventor como Thomas Edison, el creador de la bombita eléctrica y del cine, cuya madre se vio obligada a retirarlo del colegio. Alumnos, todos ellos, que quizá hoy no solo hubieran sido estigmatizados, señalados y discriminados como en la época de los casos de estos ejemplos, sino que ahora probablemente serían diagnosticados con desórdenes de atención y quizá medicados con fármacos como Rubifen, Concerta, Strattera, Intuniv, Medikinet y otros nombres bajo los cuales se conocen estas drogas que pretenden poner entre marcos “normales” el comportamiento escolar de los niños que a veces no atienden la clase. Siendo estos comportamientos conductas totalmente inconscientes y sin intenciones -porque remarquemos que hablamos de una situación en la que los pensamientos de la persona se desvían sin que la persona se dé cuenta-, ¿es justo entonces recibir regaños y castigos de los profesores? ¿Es pedagógica la estigmatización, la discriminación de estos alumnos sin un diagnóstico un poco más profundo? Dado a que esto va más allá de la voluntad del alumno, quien quizá solo demuestra los síntomas de un fuerte deseo artístico o espiritual pujando por salir a la luz, la respuesta seguramente sea que no. Tengan o no esta reflexión en mente, afortunadamente, la mayoría de los profesores han logrado aprehenderla y parecen ser más considerados ante esta situación hoy en día. Volar con el pensamiento es bueno, los jóvenes sólo esperamos de nuestros mayores y de nuestros maestros que nos enseñen cómo hacerlo en salud y libremente.

Martina Iannelli

La vida de las personas: un diario éxtimo

Llegué al colegio y elegí un libro que me atrajo por su contratapa, por lo general uno siempre quiere saber de qué se trata el libro antes de empezar a leerlo. Dentro de él, hay varios cuentos y poemas de la escritora Silvina Ocampo. Aquellos que más me atraparon y me incitan a compararlo con algunos conceptos aprendidos, recientemente son: “Los objetos” (de La Furia, 1959), “El progreso de la ciencia” (de Las Invitadas, 1961) y “El Rival” (de Y así sucesivamente, 1987).
Estos cuentos se pueden relacionar con la sociedad en la que vivimos actualmente, de cómo la sociedad es vista por los demás, o cómo a uno mismo le interesa puramente cómo lo ven los demás. El valor que el hombre le da a los objetos hoy, es tal que hasta pueden adquirir más valor que la persona misma, "en la imagen de la unificación feliz de la  sociedad por medio del consumo", dice Guy Debord, es que la sociedad de hoy en día es clasificada por lo que se puede tener, sos más cuando más objetos de mucho valor tenés. Es decir, sos supercool, si tenés el último celular, el gran auto, etc. Y hasta se puede llegar a sufrir por la pérdida de estos productos. En el cuento “Los objetos” tiene más valor el sentimiento por la familia, perder un objeto es reemplazable, aunque también menciona que realiza duelos por la pérdida de estos,  pero perder la familia no es algo reemplazable. Y eso es lo que vale, y es lo que debería valer en la sociedad posmoderna. Los objetos no deberían tener un valor, ellos no nos califican como personas, somos nosotros quienes construimos eso a través del tiempo. Pero en el siglo XXI, es más valiosa la imagen que muestra la persona: qué tiene, si es bonito o si no lo es, cómo se muestra, etc. Es aquí cuando podemos citar una parte del cuento “El progreso de la ciencia”, "El rey pensó que al no poder no ser vista su desdicha, dejaría de existir", "Al verse en el espejo, tan hermoso, el rey suspiró de alegría". Este cuento hace mención a un rey que quiere verse joven para siempre, y como al principio no lo logra, manda a cegar a todos sus súbditos. Una cruel acción, sólo por querer lograr la aceptación del otro. Esta situación se puede entender citando al ensayista Zygmunt Bauman "Quienes procuran la invisibilidad están condenados al rechazo, a la exclusión", esto hace referencia a que la persona tiene que ser vista, tiene que ser mostrada, para que la sociedad termine por aceptarla. Es por eso que hoy en día las personas son expuestas cada vez más en las redes sociales, y muestran lo mejor de ellos para poder ser aceptados por la sociedad. La persona que hace de su vida privada, una pública, está buscando la aceptación de los demás mediante sus propias habilidades.
Pero cuando hablamos de personas que son mostradas, también estamos hablando del resto de la sociedad que les pide a estos, que se muestren. En la sociedad actual, todos están obligados a mostrarse, porque si no no se existe. Todos tienen que verse bien, tienen que tener habilidades para ser aceptados finalmente. El público, es decir, el resto de la sociedad que está esperando la exposición de las personas, está interesado por la mediatización de la vida de las personas y son convertidos en consumidores de vidas privadas, ahora públicas, de las personas. Esta idea también aparece en uno de los cuentos de Silvina Ocampo, “El rival” se menciona: "Yo era buen mozo. ¿Por qué no confesarlo? Existen los espejos y las fotografías y los ojos de los demás para revelármelo".
Esta situación es propia de los siglos XX y XXI, y quienes sobrellevan esta situación, mayormente, son los jóvenes, que están en contacto permanente con las redes sociales, con la exposición y la figura personal que poseen.  

Sofía Gutiérrez 

Los vecinos mueren en las novelas y en la realidad



Los vecinos mueren en las novelas es uno de mis libros favoritos. Una historia atrapante llena de suspenso que con cada página invita a seguir leyendo. Pero lo que me pareció más interesante del libro es la forma en la que se desarrolla la historia. Con lo que parece ser una presentación bastante clara de los papeles que desarrollan los personajes principales.
John Bland es un escritor que se está mudando con su esposa Anne a una alejada campiña en Inglaterra, cuando su esposa recibe un llamado de su “padre” y se va para Londres, dejando a John solo y enojado, por lo que decide salir a dar un paseo, lo que siempre servía para calmarlo.
Durante esta caminata John decide ir a conocer a su única vecina, la señora Greenwood, una simpática anciana con la que se sienta a tomar té y hablar. Cuando John revela ser un escritor de policiales la anciana le dice que es una entusiasta del género y que tiene una historia que tal vez le parezca interesante y con el consentimiento de John pasa a relatarla.
La señora Greenwood cuenta una historia tan atrapante que dejó a John no solo cautivado sino que también celoso de la habilidad que la anciana poseía para relatar, lo lleva a responder con hastío al relato, descartándolo diciendo que “era solo una anécdota”. Él responde con el argumento de su próxima novela una historia macabra acerca de un hombre que decide asesinar a su vecina  que lo ponía a él como protagonista. La señora Greenwood al escuchar la historia decide contarle el relato completo de su historia inicial, en este relato ella es la que queda como responsable de una muerte en un triángulo amoroso del que ella formaba parte.
Luego de escuchar narrar a la señora, John queda maravillado, ya habiendo superado sus celos decide preguntarle si era una escritora en verdad, a lo cual Greenwood responde que no, y que se preguntaba si él lo era en verdad. La señora pasa a confesar que no confiaba en John ni creía que la historia sobre su próxima novela era simplemente una historia, sino que un plan de asesinato, ya que le había parecido demasiado realista. Y por esta razón no podía dejarlo ir.
John trata de defenderse de las acusaciones, diciendo que era solo su manera de narrar y que solo estaba intentando asustarla porque estaba molesto con ella por su maravilloso relato.
JOHN: “¿Acaso parezco un asesino?”
Sra. GREENWOOD: “oh no… ambos parecemos incapaces de matar a una mosca.”
Al principio la señora Greenwood parece ser una anciana inofensiva para luego descubrirse que en verdad era una asesina, escondiéndose a simple vista. Es cuando considera a John una amenaza que decide matarlo.
Sra. GREENWOOD: …“Señor Bland, imagine que usted antes de acostarse ve una araña en su habitación. Tal vez lo muerda, tal vez no. Dígame… ¿esperaría usted la mañana para saberlo?”
La señora Greenwood es un maravilloso ejemplar de asesino ficcional. Con el característico intelecto y capacidad de reflexión que define a un asesino de novela. Comparable con otras brillantes mentes tal como Hannibal Lecter, que se hacía pasar, (o más bien era a su vez) un psicólogo de renombre y un hombre muy fino y culto, que resulta ser un caníbal que elegía como víctimas a sus pacientes.
Pero la mayoría de los asesinos en la vida real no son mentes brillantes como Hannibal Lecter o la señora Greenwood, capaces de idear una plan maestro y salirse con la suya, ya que la mayoría de los asesinatos son pasionales y cuando la pasión es el factor motivante, uno tiende a ser menos cuidadoso ya que el juicio se encuentra opacado y dominado por los sentimientos.
Pero esa es la maravilla de la ficción, en los mundos ficcionales pueden existir las fantasías más fantásticas, los amores más románticos y los crímenes y criminales más atroces. Y uno puede leer o ver estas historias sobre crímenes y asesinos y sentirse inclinado o interesado por mentes maquiavélicas como Moriarty el nemesis de Sherlok Holmes o psicóticos si remedio como Norman Bates.
Es increíble porque la mayoría de los criminales no lucen como aquellos de las películas o libros, no son personajes macabros de apariencias y gustos excéntricos, sino gente común y corriente, gente que se pierde en la masa, las personas que jamás esperarías. Uno nunca sabe con lo que se va a encontrar. Y eso nos deja con una buena razón para ser paranoicos, a veces voy caminando por la calle o estoy viajando en un colectivo y se me cruza el pensamiento de que las personas que me rodean pueden llegar a ser asesinos, violadores, ladrones, narcotraficantes, etc.

Y la gente hoy en día está con un permanente estado de alerta con respecto al otro, todo ese miedo alimentado, no solo por la ficción (como  esa necesidad de prender las luces luego de ver una película de terror), sino por los noticieros que permanentemente nos asedian con relatos de crímenes reales. Historias que realmente nos hacen dudar de nuestros propios vecinos. 
Melina Bellotto

viernes, 17 de enero de 2014

Ensayo: Doce


Doce son las materias que hay en la secundaria. Doce son los profesores y doce métodos de enseñanza diferentes. Cada uno con su particularidad, su voz, su manera de expresarse, su forma de relacionarse con sus estudiantes y con sus colegas. Algunos llegan tarde y otros temprano, algunos aman lo que hacen y lo transmiten, otros sólo transmiten el hartazgo y el hastío de una rutina que los persigue. Algo semejante sucede en la novela El enigma de París de Pablo de Santis. Son doce los detectives que hay en esta historia. Cada uno con sus secretos métodos de investigación, con sus manías con sus detalles… Con su particular mirada sobre el mundo, con su manera de develar el misterio. Y al igual que en la lectura de esta novela, este largo, provechoso y a veces infructuoso, aunque siempre interesante camino que fue la escuela, nos deja la enseñanza de que hay infinidad de maneras de resolver un misterio, o un problema de matemática, un análisis literario, un proyecto, un trabajo practico, y simbólicamente también nos enseña que no hay una sola forma de ver el mundo, de enseñar o de dar… o no dar.
Walter Rago por ejemplo profesor de reflexión de 4º año tiene un método que se apoya más en lo práctico que en lo teórico, dando muchos trabajos prácticos que requieren investigación y método. En cambio la Profesora Claudia Vespa, profesora de la misma materia en 5º año, tiene un método más centrado en la lectura crítica de textos literarios y el análisis. Por otro lado Diego Omar Orfila, profesor de Comunicación de 4º y 5º año, tiene un método de enseñanza muy distinto al de Estela Silipo, profesora de Geografía de 2º y 5º año. Orfila tiene un método que se guía más por el debate y el intercambio de ideas y conceptos. Silipo, en cambio, es más estructurada en ese sentido, prefiere la enseñanza de manual, mucho cuestionario y mucho trabajo práctico. Son diferentes metodologías, sin embargo ambos persiguen la misma meta, ayudarnos a abrir nuestra mente, analizando relacionando y descubriendo nuestras propias ideas.
Es como con dos de los detectives de la novela, uno busca la solución al misterio en la observación de los detalles, en la partículas de polvo, en las huellas o marcas imperceptibles en el piso y el otro encuentra indicios en lo más evidente, desde un punto de vista más amplio, más abarcativo, en los símbolos en la comprensión de lo que representan.

Así podríamos seguir comparando profesores y detectives, la idea central es que aunque algunos sean más efectivos que otros, en este interesante, aunque a veces infructuoso camino, que fue la escuela a lo largo de estos cinco años, de cada profesor, de cada materia, de cada visión del mundo nos hemos nutrido y hemos aprendido, incluso de lo malo.

Valentín Caruso Tizziani

Ensayo: El producto más deseado


  El autor inglés Oscar Wilde fue quien escribió El Retrato de Dorian Gray, una novela gótica que causó polémica y revuelo en una sociedad como lo era la inglesa del siglo XIX por mostrar ciertas inclinaciones que podrían ser consideradas homosexuales entre los personajes (cosa imposible, mala e ilegal que incluso le causó la cárcel a Wilde) así como una visión negativa del mundo en el que el autor vivía. La historia nos cuenta cómo  Dorian Gray, joven y de enormes atractivos, es retratado por su amigo Basil. Cuando Lord Henry conoce al joven Dorian y da gala de su belleza, le hace saber que un día esta se irá por lo que el apuesto Gray desea mantener por siempre su juventud y beldad. Así, mientras él mantiene para siempre la misma apariencia del cuadro, su retrato envejece por él.  No solo los años se reflejan en la obra, cada pecado, cada acción que Dorian realiza y repercute en sus sentimientos, en su alma, se ve volcado en la pintura.   
  “L
o único que vale la pena en la vida es la belleza, y la satisfacción de los sentidos”, dice Lord Henry. El estar joven lo significaba todo, tal es así que Dorian manifiesta “si la belleza se pierde, se pierde todo”. Es importante recalcar que ya varios siglos atrás, la belleza y el parecer joven significa mucho para la sociedad. Si uno no es joven no es nada pues la juventud es la etapa divina, la etapa donde podemos llevar a cabo todo lo que queramos sin problemas.  El narcisismo de Dorian es excesivo. La admiración que siente por sí mismo es demasiada. “Soy joven, soy perfecto... ¡Quisiera ser así para siempre!” ¿Y quién no? ¿Para qué envejecer si cuando lo hacemos no somos nada en esta sociedad?
Es curioso, entonces, lo que plantea el autor Fernando Savater señalando que “quien no es joven, está muerto… a los viejos nadie los desea ya…”. Esta idea que Lord Henry plantea en Dorian de que la belleza lo es todo y debemos contar con ella eternamente es similar a la que poseemos hoy. Si somos viejos, si no nos vemos jóvenes y atractivos, no estamos al alcance de nada, todo pasa por nuestro alrededor como vimos pasar los años que se nos han ido. Lo que la belleza y juventud le garantizaban a Dorian: un mantenimiento de su estrato social más el gran reconocimiento entre las familia, hoy, de algún modo -no tanto la belleza como la juventud- son también las que garantizan a cualquier persona ser considerada más hábil o mejor que otra. Si sos viejo, tu tiempo pasó y seguro, ya no debés servir…
A la hora de buscar un empleo, por ejemplo, no hay más que fijarse en las edades requeridas para darse cuenta cuán excluyente se empieza a ser con las personas mayores a los cuarenta años. ¿Por qué? ¿La experiencia es menos importante que la edad? ¿Y por qué para el anuncio de productos de belleza se elige a la chica delgada y no a la que tiene unos kilitos de más pero se siente igual de hermosa que la otra?
Son ideas a las que no adhiero pero que cada día veo más presentes. Que la imagen importe más que la inteligencia o la experiencia es algo nefasto, a mi modo de ver. Preguntas básicas y clichés cómo “¿Qué es realmente la belleza?” o La belleza es algo subjetivo”, no deben ser vistos como meras frases usadas y repetidas. Lo que se considera bello  y, por lo tanto, con aires de juventud, es más propenso a ser utilizado como producto en el inmenso mercado del cual todos somos parte, mercado donde unos pocos determinan qué es bello y qué no.  

Es, creo yo, un error pensar que la juventud y belleza recae en lo que otros ven en nuestro exterior.  Somos jóvenes si ansiamos seguir viviendo disfrutando a pleno. La juventud la llevamos dentro y emerge cuando decidimos dar otro paso adelante, un paso hacia nuestra felicidad que nos hará ver jóvenes y bellos como nunca antes. Es nuestra obligación como sociedad, entonces, expulsar esos estereotipos que se nos son inculcados para darle paso a una era más libre y sin restricciones donde todos tengamos las mismas oportunidades sin importar edad, sexo, ni nada de nada.

Santiago Lechmann

Ensayo: El Fin del Progreso, el comienzo del Futuro


 "Los hombres que se acostumbran a preocuparse por las necesidades de unas máquinas, se vuelven insensibles respecto a las necesidades de los hombres." 
                                                                                                                                              Isaac Asimov



  Conquistar el Universo ha representado siempre el anhelo máximo de la Humanidad. Por eso año a año se invierte más en Tecnología y menos en Educación y Salud. Por eso año a año se ponen en órbita satélites y se lanzan cohetes y se deja morir de hambre a millones de niños.
  Según la Real Academia Española, Progreso –del lat. progressus- significa: avance, adelanto, perfeccionamiento. Nosotros buscamos el “Progreso” en lo material y no en lo esencial. Creamos hoteles en vez de escuelas, estacionamientos en lugar de plazas. Hay guerras, hay hambre, hay enfermedades, pero también hay solidaridad, hay amor y hay esperanza.
  Debemos entender que nuestros inventos, nuestras herramientas y todo lo que nos rodea no es peligroso, lo peligroso es nuestra estupidez. La investigación, la búsqueda del conocimiento, es el motor que nos lleva hacia el progreso, si lo paramos, nos estancamos, ¿qué sentido tendrían nuestras vidas? Por más que los científicos dejen de trabajar, jamás se podría acabar la investigación totalmente, ya que la curiosidad es algo innato en el hombre que lo empuja a buscar y hallar respuestas a sus interrogantes. Entonces, no se deben frenar, ni censurar los trabajos de investigación, siempre y cuando los experimentos no perjudiquen o le causen daño a algún ser vivo; sino que se deben “reorganizar”, es decir, proseguir con las búsquedas focalizando en el anhelo de conocimiento, y no en el lucro y el poder. Mahatma Gandhi decía: “La verdadera evolución social no consiste en aumentar las necesidades, sino en reducirlas voluntariamente; pero para eso hace falta ser humildes."
  Nos creemos dioses e ignoramos lo insignificante de nuestra existencia. Competimos entre nosotros para poder triunfar y nos olvidamos de que las grandes acciones de la Humanidad se dieron cuando todos se hubieron unido. Odiamos al “otro” y nos fastidiamos al reconocernos en él. Somos la enfermedad autoinmune que desarrolló una sociedad condenada por nuestra mera condición de humanos. Somos a la vez causa y efecto de la infección que acosa a la sociedad. Un mal de la sociedad, se trata de un problema común a todos los individuos.
  Al Hombre le llevó sesenta y cinco millones de años convertirse en lo que es hoy y tan sólo un milenio para arruinarlo todo. Tenemos un increíble Planeta, lleno de vida que nos provee de todo lo que necesitamos para vivir y aún así lo destruimos. La tierra no es un planeta más; está en el lugar adecuado, a la distancia adecuada de nuestra estrella, tiene el tamaño adecuado, la composición adecuada con la cantidad de agua adecuada y todo lo necesario para que se den las condiciones para el desarrollo de la vida. Venus y Marte, nuestros vecinos más próximos, están en una zona en la que se podría desarrollar vida en ellos, pero carecen de agua y su atmósfera no es lo suficientemente densa como para albergar vida. ¡Sí! Nuestro planeta es especial, nosotros no; somos simplemente un eslabón más en la línea evolutiva hacia los grandes cerebros, y la hemos puesto en riesgo. Creo que eso de colonizar el Universo es una ilusión narcisista. Sería tan sólo un nuevo lugar donde ser mezquinos. ¿Cómo vamos a poder establecernos en otro Planeta si no sabemos cómo vivir en el nuestro? Y en todo caso ¿valdría la pena?
  Hablar de Eternidad es controversial, porque sería suponer un mundo donde nada cambie, donde todo se mantiene igual; es decir, un mundo inerte. ¿Qué sentido tiene hablar de un mundo inerte? ¿Se puede vivir en un mundo inerte si la vida es crisis? Entonces hay que hablar de Evolución de la Vida en nuestro planeta.
  Guerras, holocaustos, dictaduras, desastres naturales, todo tipo de crisis que atravesó el mundo, y sólo fue en esos momentos en los que se registró el mayor espíritu de unidad y se presenciaron las acciones solidarias más extremas. Se necesitaron de verdaderas tragedias para poder alcanzar aquel nivel de nobleza. Entonces es inevitable preguntarse ¿necesitamos catástrofes que nos hagan cambiar a la fuerza? ¿Necesitamos devastarnos por completo para renacer? ¿Vale la pena el peligro? ¡Sí! Aunque drástico, al menos parece necesario. ¿Pero debe seguir siendo así? ¿Aprenderemos algún día a ser menos brutos? ¿El fin justifica los medios? Eso es algo que tendremos que reflexionar a medida que las oportunidades para el cambio se presenten. La verdadera pregunta es, ¿qué estamos dispuestos a sacrificar?


Lucía Pereyra

Ensayo: Ciencias Morales. La dictadura mediatizada

Comunicado N° 19, 24 de marzo de 1976:

"Se comunica a la población que la Junta de Comandantes Generales ha resuelto que sea reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo. Será reprimido con reclusión de hasta diez años, el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de la Fuerzas Armadas, de seguridad o Policiales."
Diario La Prensa, 24 de marzo de 1976.

Aquel denominado ‘Proceso de Reorganización Militar’ fue disparador de caos; genocidio, desesperación, represión, pánico, injuria, consternación, desaparición. “Las víctimas fueron muchas, pero el verdadero objetivo eran los vivos, el conjunto de la sociedad que, antes de emprender su transformación profunda, debía ser controlada y dominada por el terror y la palabra[1] (Romero, 1990). Aquél, cualquiera que se dignara a expresar su disconformidad, sería introducido sin su consenso, de cabeza al interior de un Ford Falcon color verde. Se dictaminó que los partidos y la actividad política, quedaban prohibidos como así también los sindicatos y la actividad gremial, además se sometió a los medios de prensa a una explícita censura que impedía cualquier mención sobre  terrorismo estatal y/o víctimas.
En el libro de Martín Cohan, Ciencias Morales, advertimos cómo en ese colegio, el Nacional Buenos Aires, donde estudian y han estudiado las futuras clases dirigentes, ha de extender su jurisdicción más allá de la enseñanza, impartiendo a sus alumnos una rigurosidad que no deben descuidar en ninguna circunstancia de sus vidas, una impecable moral que debe constituirse en el inflexible esqueleto de todos sus actos. María Teresa es preceptora en este colegio, o sea, una inocente - o quizá sólo ignorante - maestra de ceremonias. Tiene veinte años, empezó a trabajar cuando todavía era verano, y el señor Biasutto, el Jefe de Preceptores, le reveló en su primera entrevista la actitud que convenía adoptar con los alumnos. Porque no era fácil obtener lo que él llamaba “el punto justo” para la mejor vigilancia. […] Y María Teresa, que admira al señor Biasutto, se perfecciona como preceptora, se esmera en la aplicación de las normas y la corrección de las conductas”[2]. Su labor como preceptora se basa la mayor parte del tiempo en satisfacer la mirada del Jefe de Preceptores, quien ha confeccionado listas para el poder nacional y ve en la menor picardía del alumnado, evocación y señales de subversión. Por ello, María Teresa decide encerrarse en los baños de los varones e intentar dar con aquellos alumnos que infringen las normas del colegio; aquellos que son fumadores clandestinos y furtivos. Las limitaciones van más allá de lo público, traspasando el espacio privado, tanto de los muros del colegio para adentro como fuera de él. La vida era veloz y crudamente arrebatada por aves rapaces que decidían cuál nombre tacharían primero. “El señor Biasutto le cuenta lo que fueron los años difíciles para el colegio y para el país. Una etapa que felizmente parece haber sido superada, aunque confiarse sería el error más terrible”. Refiere a la época de los militares, esos que encontraban solución aplicando la coacción y la coerción.
Un claro ejemplo de su accionar es el de Rodolfo Walsh, aquél audaz periodista que callaron, censuraron y mataron. Él, como muchos otros, quiso contar lo que verdaderamente estaba pasando con los argentinos, pero no pudo terminar su trabajo porque no lo dejaron. Según se sabe, la orden era de aprehenderlo vivo. Pero él se resistió e hirió a uno de los hombres armados, entonces lo mataron. Su cuerpo nunca apareció. Y en vida, fue desestimado por todo un pueblo, sus afirmaciones no eran consideradas válidas al lado de la información oficial. ¡Picanas y Submarino! ¡Metralletas y 9 Mm! Además de la Ley 22.285 de Radiodifusión. Una sociedad sin sentidos; sorda, ciega, muda. “[…] las demás cosas de la vida persisten en su canal habitual. El mundo restante, el mundo de los otros, no se altera por lo que ha pasado: no se descompone, no se desintegra, sigue su curso”. La vida continuaba para muchos de manera usual, poco se sabía o se sabía mucho que no era real. Ocurre que, la obtención a la información y libre expresión son un derecho humano universal: recibir, difundir e investigar informaciones y opiniones. Claro que, durante esa época ningún derecho era aplicado ni promulgado. Y se producía con persistencia la utilización de informaciones falaces durante la transmisión de noticias: nuestros jóvenes eran liquidados y al mismo tiempo, nuestros medios de comunicación, hacían llegar inapreciable información a los que aguardaban el regreso de los soldados. Así, bajo la orden militar, se procedía a maniobrar las noticias, realizándoles excesivos recortes informativos. Según Giovanni Sartori, se denomina sub-información a la noticia insuficiente en relación a su contenido. Para colmo, nuestros medios mostraban ante el mundo, orgullosa y gloriosamente lo que significaba conseguir una victoria dentro de la cancha de fútbol y por otro lado,  nuestros ciudadanos eran incitados con noticias que  referían a una victoria inexistente dentro del campo de batalla. Se denomina des-información a la distorsión de las noticias. Y así es como se promulgaba la mentira, impresa en el papel de un diario.
Hay que realizar una aclaración correspondiente al tema en cuestión: la información no conlleva directamente al saber. No sólo porque a veces no logramos entender y asimilar, sino porque tener informaciones sueltas por los confines de nuestra cabeza, no puede ser considerado un real conocimiento, en todo caso puede ser una noción sobre un determinado tema. En fin, la obtención y reproducción de información limpia es un derecho del ciudadano, lo es al menos durante una Democracia. Todo un proceso se acaba con su regreso triunfal. Y así es como “el jueves cada cual se encuentra con las nuevas autoridades, que ya están en funciones. Quienes las precedieron en esos mismos lugares sencillamente no están más. No están más, no vienen más, no se los verá más por el colegio”. Comienza un nuevo ciclo para María Teresa, comienza un nuevo ciclo para toda la Argentina.

Un libro merodeado por la oscuridad y la obscenidad

Un balde de agua fría para el espectador debido a la transmisión sin tapujos de ciertas verdades acerca de la Argentina de ese período, sumergida en tanta mentira y tanta información podrida.
        
                                                                                                                                       Brenda Gramajo



[1] Romero, 1990.
[2] Kohan, 2011, Ciencias morales.