viernes, 17 de enero de 2014

Ensayo: Doce


Doce son las materias que hay en la secundaria. Doce son los profesores y doce métodos de enseñanza diferentes. Cada uno con su particularidad, su voz, su manera de expresarse, su forma de relacionarse con sus estudiantes y con sus colegas. Algunos llegan tarde y otros temprano, algunos aman lo que hacen y lo transmiten, otros sólo transmiten el hartazgo y el hastío de una rutina que los persigue. Algo semejante sucede en la novela El enigma de París de Pablo de Santis. Son doce los detectives que hay en esta historia. Cada uno con sus secretos métodos de investigación, con sus manías con sus detalles… Con su particular mirada sobre el mundo, con su manera de develar el misterio. Y al igual que en la lectura de esta novela, este largo, provechoso y a veces infructuoso, aunque siempre interesante camino que fue la escuela, nos deja la enseñanza de que hay infinidad de maneras de resolver un misterio, o un problema de matemática, un análisis literario, un proyecto, un trabajo practico, y simbólicamente también nos enseña que no hay una sola forma de ver el mundo, de enseñar o de dar… o no dar.
Walter Rago por ejemplo profesor de reflexión de 4º año tiene un método que se apoya más en lo práctico que en lo teórico, dando muchos trabajos prácticos que requieren investigación y método. En cambio la Profesora Claudia Vespa, profesora de la misma materia en 5º año, tiene un método más centrado en la lectura crítica de textos literarios y el análisis. Por otro lado Diego Omar Orfila, profesor de Comunicación de 4º y 5º año, tiene un método de enseñanza muy distinto al de Estela Silipo, profesora de Geografía de 2º y 5º año. Orfila tiene un método que se guía más por el debate y el intercambio de ideas y conceptos. Silipo, en cambio, es más estructurada en ese sentido, prefiere la enseñanza de manual, mucho cuestionario y mucho trabajo práctico. Son diferentes metodologías, sin embargo ambos persiguen la misma meta, ayudarnos a abrir nuestra mente, analizando relacionando y descubriendo nuestras propias ideas.
Es como con dos de los detectives de la novela, uno busca la solución al misterio en la observación de los detalles, en la partículas de polvo, en las huellas o marcas imperceptibles en el piso y el otro encuentra indicios en lo más evidente, desde un punto de vista más amplio, más abarcativo, en los símbolos en la comprensión de lo que representan.

Así podríamos seguir comparando profesores y detectives, la idea central es que aunque algunos sean más efectivos que otros, en este interesante, aunque a veces infructuoso camino, que fue la escuela a lo largo de estos cinco años, de cada profesor, de cada materia, de cada visión del mundo nos hemos nutrido y hemos aprendido, incluso de lo malo.

Valentín Caruso Tizziani

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