Los
vecinos mueren en las novelas es uno de mis libros favoritos. Una historia
atrapante llena de suspenso que con cada página invita a seguir leyendo. Pero
lo que me pareció más interesante del libro es la forma en la que se desarrolla
la historia. Con lo que parece ser una presentación bastante clara de los
papeles que desarrollan los personajes principales.
John Bland
es un escritor que se está mudando con su esposa Anne a una alejada campiña en
Inglaterra, cuando su esposa recibe un llamado de su “padre” y se va para
Londres, dejando a John solo y enojado, por lo que decide salir a dar un paseo,
lo que siempre servía para calmarlo.
Durante esta
caminata John decide ir a conocer a su única vecina, la señora Greenwood, una
simpática anciana con la que se sienta a tomar té y hablar. Cuando John revela
ser un escritor de policiales la anciana le dice que es una entusiasta del
género y que tiene una historia que tal vez le parezca interesante y con el
consentimiento de John pasa a relatarla.
La señora
Greenwood cuenta una historia tan atrapante que dejó a John no solo cautivado
sino que también celoso de la habilidad que la anciana poseía para relatar, lo
lleva a responder con hastío al relato, descartándolo diciendo que “era solo
una anécdota”. Él responde con el argumento de su próxima novela una historia
macabra acerca de un hombre que decide asesinar a su vecina que lo ponía a él como protagonista. La
señora Greenwood al escuchar la historia decide contarle el relato completo de
su historia inicial, en este relato ella es la que queda como responsable de
una muerte en un triángulo amoroso del que ella formaba parte.
Luego de
escuchar narrar a la señora, John queda maravillado, ya habiendo superado sus
celos decide preguntarle si era una escritora en verdad, a lo cual Greenwood
responde que no, y que se preguntaba si él lo era en verdad. La señora pasa a
confesar que no confiaba en John ni creía que la historia sobre su próxima
novela era simplemente una historia, sino que un plan de asesinato, ya que le
había parecido demasiado realista. Y por esta razón no podía dejarlo ir.
John trata
de defenderse de las acusaciones, diciendo que era solo su manera de narrar y
que solo estaba intentando asustarla porque estaba molesto con ella por su
maravilloso relato.
JOHN:
“¿Acaso parezco un asesino?”
Sra.
GREENWOOD: “oh no… ambos parecemos incapaces de matar a una mosca.”
Al principio
la señora Greenwood parece ser una anciana inofensiva para luego descubrirse
que en verdad era una asesina, escondiéndose a simple vista. Es cuando
considera a John una amenaza que decide matarlo.
Sra.
GREENWOOD: …“Señor Bland, imagine que usted antes de acostarse ve una araña en
su habitación. Tal vez lo muerda, tal vez no. Dígame… ¿esperaría usted la
mañana para saberlo?”
La señora
Greenwood es un maravilloso ejemplar de asesino ficcional. Con el
característico intelecto y capacidad de reflexión que define a un asesino de
novela. Comparable con otras brillantes mentes tal como Hannibal Lecter, que se
hacía pasar, (o más bien era a su vez) un psicólogo de renombre y un hombre muy
fino y culto, que resulta ser un caníbal que elegía como víctimas a sus
pacientes.
Pero la
mayoría de los asesinos en la vida real no son mentes brillantes como Hannibal
Lecter o la señora Greenwood, capaces de idear una plan maestro y salirse con
la suya, ya que la mayoría de los asesinatos son pasionales y cuando la pasión
es el factor motivante, uno tiende a ser menos cuidadoso ya que el juicio se
encuentra opacado y dominado por los sentimientos.
Pero esa es
la maravilla de la ficción, en los mundos ficcionales pueden existir las
fantasías más fantásticas, los amores más románticos y los crímenes y
criminales más atroces. Y uno puede leer o ver estas historias sobre crímenes y
asesinos y sentirse inclinado o interesado por mentes maquiavélicas como
Moriarty el nemesis de Sherlok Holmes o psicóticos si remedio como Norman
Bates.
Es increíble
porque la mayoría de los criminales no lucen como aquellos de las películas o
libros, no son personajes macabros de apariencias y gustos excéntricos, sino
gente común y corriente, gente que se pierde en la masa, las personas que jamás
esperarías. Uno nunca sabe con lo que se va a encontrar. Y eso nos deja con una
buena razón para ser paranoicos, a veces voy caminando por la calle o estoy
viajando en un colectivo y se me cruza el pensamiento de que las personas que
me rodean pueden llegar a ser asesinos, violadores, ladrones, narcotraficantes,
etc.
Y la gente
hoy en día está con un permanente estado de alerta con respecto al otro, todo
ese miedo alimentado, no solo por la ficción (como esa necesidad de prender las luces luego de
ver una película de terror), sino por los noticieros que permanentemente nos
asedian con relatos de crímenes reales. Historias que realmente nos hacen dudar
de nuestros propios vecinos.
Melina
Bellotto
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