sábado, 1 de febrero de 2014

Los vecinos mueren en las novelas y en la realidad



Los vecinos mueren en las novelas es uno de mis libros favoritos. Una historia atrapante llena de suspenso que con cada página invita a seguir leyendo. Pero lo que me pareció más interesante del libro es la forma en la que se desarrolla la historia. Con lo que parece ser una presentación bastante clara de los papeles que desarrollan los personajes principales.
John Bland es un escritor que se está mudando con su esposa Anne a una alejada campiña en Inglaterra, cuando su esposa recibe un llamado de su “padre” y se va para Londres, dejando a John solo y enojado, por lo que decide salir a dar un paseo, lo que siempre servía para calmarlo.
Durante esta caminata John decide ir a conocer a su única vecina, la señora Greenwood, una simpática anciana con la que se sienta a tomar té y hablar. Cuando John revela ser un escritor de policiales la anciana le dice que es una entusiasta del género y que tiene una historia que tal vez le parezca interesante y con el consentimiento de John pasa a relatarla.
La señora Greenwood cuenta una historia tan atrapante que dejó a John no solo cautivado sino que también celoso de la habilidad que la anciana poseía para relatar, lo lleva a responder con hastío al relato, descartándolo diciendo que “era solo una anécdota”. Él responde con el argumento de su próxima novela una historia macabra acerca de un hombre que decide asesinar a su vecina  que lo ponía a él como protagonista. La señora Greenwood al escuchar la historia decide contarle el relato completo de su historia inicial, en este relato ella es la que queda como responsable de una muerte en un triángulo amoroso del que ella formaba parte.
Luego de escuchar narrar a la señora, John queda maravillado, ya habiendo superado sus celos decide preguntarle si era una escritora en verdad, a lo cual Greenwood responde que no, y que se preguntaba si él lo era en verdad. La señora pasa a confesar que no confiaba en John ni creía que la historia sobre su próxima novela era simplemente una historia, sino que un plan de asesinato, ya que le había parecido demasiado realista. Y por esta razón no podía dejarlo ir.
John trata de defenderse de las acusaciones, diciendo que era solo su manera de narrar y que solo estaba intentando asustarla porque estaba molesto con ella por su maravilloso relato.
JOHN: “¿Acaso parezco un asesino?”
Sra. GREENWOOD: “oh no… ambos parecemos incapaces de matar a una mosca.”
Al principio la señora Greenwood parece ser una anciana inofensiva para luego descubrirse que en verdad era una asesina, escondiéndose a simple vista. Es cuando considera a John una amenaza que decide matarlo.
Sra. GREENWOOD: …“Señor Bland, imagine que usted antes de acostarse ve una araña en su habitación. Tal vez lo muerda, tal vez no. Dígame… ¿esperaría usted la mañana para saberlo?”
La señora Greenwood es un maravilloso ejemplar de asesino ficcional. Con el característico intelecto y capacidad de reflexión que define a un asesino de novela. Comparable con otras brillantes mentes tal como Hannibal Lecter, que se hacía pasar, (o más bien era a su vez) un psicólogo de renombre y un hombre muy fino y culto, que resulta ser un caníbal que elegía como víctimas a sus pacientes.
Pero la mayoría de los asesinos en la vida real no son mentes brillantes como Hannibal Lecter o la señora Greenwood, capaces de idear una plan maestro y salirse con la suya, ya que la mayoría de los asesinatos son pasionales y cuando la pasión es el factor motivante, uno tiende a ser menos cuidadoso ya que el juicio se encuentra opacado y dominado por los sentimientos.
Pero esa es la maravilla de la ficción, en los mundos ficcionales pueden existir las fantasías más fantásticas, los amores más románticos y los crímenes y criminales más atroces. Y uno puede leer o ver estas historias sobre crímenes y asesinos y sentirse inclinado o interesado por mentes maquiavélicas como Moriarty el nemesis de Sherlok Holmes o psicóticos si remedio como Norman Bates.
Es increíble porque la mayoría de los criminales no lucen como aquellos de las películas o libros, no son personajes macabros de apariencias y gustos excéntricos, sino gente común y corriente, gente que se pierde en la masa, las personas que jamás esperarías. Uno nunca sabe con lo que se va a encontrar. Y eso nos deja con una buena razón para ser paranoicos, a veces voy caminando por la calle o estoy viajando en un colectivo y se me cruza el pensamiento de que las personas que me rodean pueden llegar a ser asesinos, violadores, ladrones, narcotraficantes, etc.

Y la gente hoy en día está con un permanente estado de alerta con respecto al otro, todo ese miedo alimentado, no solo por la ficción (como  esa necesidad de prender las luces luego de ver una película de terror), sino por los noticieros que permanentemente nos asedian con relatos de crímenes reales. Historias que realmente nos hacen dudar de nuestros propios vecinos. 
Melina Bellotto

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