sábado, 1 de febrero de 2014

Paternidad, feminismo y justicia



 “La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor,  verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido, solo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios”
Emma Zunz, mujer joven de clase media, que se ve atravesada por la venganza, la muerte y la injusticia, busca recuperar el honor de su padre que, acusado de un robo que él le confesó no haber cometido, muere en Brasil lejos de su hogar.
Emma trabajaba en la fábrica de Aron Loewenthal, encargado de provocar el exilio de su padre y, ante la reciente noticia de la muerte de su progenitor, planifica en cuestión de días una venganza para hacerle pagar sus culpas al dueño de la fábrica.
La venganza precisa de dos actores, uno que inicie la acción y otro que responda con la misma moneda, por eso se la diferencia de la violencia, en la que solo hay un agresor.
Esta historia acerca del peso de la figura paterna y de las obligaciones que sus hijos sienten en relación a ésta, también la encontramos en El Mandato, la novela de José Pablo Feinmann. En la obra de Feinmann la aparente fragilidad de la mujer se revierte utilizando su cuerpo y sus encantos para cambiar el curso de la historia.
La figura paterna es una parte importante en la vida de todo ser humano, es el primer educador y es el principal lugar de donde uno extrae la ideología, la opinión, los enojos y la cultura, por eso la consideramos fundamental en “Emma Zunz” ya que la joven se ve dolida mentalmente por los problemas entre su padre y el dueño de la fábrica que derivaron en la muerte de ambos. Por otro lado, en El Mandato para Pedro Graeff, uno de los protagonistas de la novela, el éxito pasa por la fertilidad, la fertilidad por la hombría. La garantía de ser hombre es la continuidad genética. Al no poder cumplir con ese mandato, Leandro, hijo de Pedro, se encara con el fracaso. Finalmente Pedro también muere.
Nos es fácil relacionar estas dos historias, aunque Borges situó su cuento en su amada ciudad de Buenos Aires y Feinmann eligió un pueblo inventado que nombró “El ciervo dorado” de ambiente rural, ambas coinciden en su ubicación temporal, la década del veinte.
El papel de la mujer en ambas obras es parecido, porque son determinantes para el desarrollo de las tramas y ponen sus respectivos cuerpos en juego, en el caso de Emma, hasta se deja violar para tener la coartada perfecta que justifique el asesinato de su jefe, por otro lado, Laura, esposa del protagonista, decide también sobre su propio cuerpo, al acostarse con el amigo de Leandro para concebir un hijo, no solo por obligación, sino también por placer.
Entonces se abre otro tema crucial tanto en el cuento como en la novela, que es el feminismo, y nace como una ideología de protección a los derechos de la mujer, que propone mucho más que igualdad de género y deriva en un pensamiento analítico en cuanto a la manera en que se forma nuestra sociedad y cómo se convive en ella.
La sociedad Argentina en ambas obras se encuentra partida, atravesada por huelgas, manifestaciones, reclamos populares, dictadores y venganzas. En ese escenario de cambios y conflictividad social, tanto Borges como Feinmann (aunque el cuento del primero, incluido en El Aleph fue escrito en la década del cuarenta, mientras que la novela es contemporánea), cuestionan la autoridad instaurada (el padre, el patrón) y dan a la mujer un rol fundamental capaz de torcer el rumbo de los acontecimientos.


Marcos Arboleya

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