viernes, 17 de enero de 2014

Ensayo: Ciencias Morales. La dictadura mediatizada

Comunicado N° 19, 24 de marzo de 1976:

"Se comunica a la población que la Junta de Comandantes Generales ha resuelto que sea reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo. Será reprimido con reclusión de hasta diez años, el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de la Fuerzas Armadas, de seguridad o Policiales."
Diario La Prensa, 24 de marzo de 1976.

Aquel denominado ‘Proceso de Reorganización Militar’ fue disparador de caos; genocidio, desesperación, represión, pánico, injuria, consternación, desaparición. “Las víctimas fueron muchas, pero el verdadero objetivo eran los vivos, el conjunto de la sociedad que, antes de emprender su transformación profunda, debía ser controlada y dominada por el terror y la palabra[1] (Romero, 1990). Aquél, cualquiera que se dignara a expresar su disconformidad, sería introducido sin su consenso, de cabeza al interior de un Ford Falcon color verde. Se dictaminó que los partidos y la actividad política, quedaban prohibidos como así también los sindicatos y la actividad gremial, además se sometió a los medios de prensa a una explícita censura que impedía cualquier mención sobre  terrorismo estatal y/o víctimas.
En el libro de Martín Cohan, Ciencias Morales, advertimos cómo en ese colegio, el Nacional Buenos Aires, donde estudian y han estudiado las futuras clases dirigentes, ha de extender su jurisdicción más allá de la enseñanza, impartiendo a sus alumnos una rigurosidad que no deben descuidar en ninguna circunstancia de sus vidas, una impecable moral que debe constituirse en el inflexible esqueleto de todos sus actos. María Teresa es preceptora en este colegio, o sea, una inocente - o quizá sólo ignorante - maestra de ceremonias. Tiene veinte años, empezó a trabajar cuando todavía era verano, y el señor Biasutto, el Jefe de Preceptores, le reveló en su primera entrevista la actitud que convenía adoptar con los alumnos. Porque no era fácil obtener lo que él llamaba “el punto justo” para la mejor vigilancia. […] Y María Teresa, que admira al señor Biasutto, se perfecciona como preceptora, se esmera en la aplicación de las normas y la corrección de las conductas”[2]. Su labor como preceptora se basa la mayor parte del tiempo en satisfacer la mirada del Jefe de Preceptores, quien ha confeccionado listas para el poder nacional y ve en la menor picardía del alumnado, evocación y señales de subversión. Por ello, María Teresa decide encerrarse en los baños de los varones e intentar dar con aquellos alumnos que infringen las normas del colegio; aquellos que son fumadores clandestinos y furtivos. Las limitaciones van más allá de lo público, traspasando el espacio privado, tanto de los muros del colegio para adentro como fuera de él. La vida era veloz y crudamente arrebatada por aves rapaces que decidían cuál nombre tacharían primero. “El señor Biasutto le cuenta lo que fueron los años difíciles para el colegio y para el país. Una etapa que felizmente parece haber sido superada, aunque confiarse sería el error más terrible”. Refiere a la época de los militares, esos que encontraban solución aplicando la coacción y la coerción.
Un claro ejemplo de su accionar es el de Rodolfo Walsh, aquél audaz periodista que callaron, censuraron y mataron. Él, como muchos otros, quiso contar lo que verdaderamente estaba pasando con los argentinos, pero no pudo terminar su trabajo porque no lo dejaron. Según se sabe, la orden era de aprehenderlo vivo. Pero él se resistió e hirió a uno de los hombres armados, entonces lo mataron. Su cuerpo nunca apareció. Y en vida, fue desestimado por todo un pueblo, sus afirmaciones no eran consideradas válidas al lado de la información oficial. ¡Picanas y Submarino! ¡Metralletas y 9 Mm! Además de la Ley 22.285 de Radiodifusión. Una sociedad sin sentidos; sorda, ciega, muda. “[…] las demás cosas de la vida persisten en su canal habitual. El mundo restante, el mundo de los otros, no se altera por lo que ha pasado: no se descompone, no se desintegra, sigue su curso”. La vida continuaba para muchos de manera usual, poco se sabía o se sabía mucho que no era real. Ocurre que, la obtención a la información y libre expresión son un derecho humano universal: recibir, difundir e investigar informaciones y opiniones. Claro que, durante esa época ningún derecho era aplicado ni promulgado. Y se producía con persistencia la utilización de informaciones falaces durante la transmisión de noticias: nuestros jóvenes eran liquidados y al mismo tiempo, nuestros medios de comunicación, hacían llegar inapreciable información a los que aguardaban el regreso de los soldados. Así, bajo la orden militar, se procedía a maniobrar las noticias, realizándoles excesivos recortes informativos. Según Giovanni Sartori, se denomina sub-información a la noticia insuficiente en relación a su contenido. Para colmo, nuestros medios mostraban ante el mundo, orgullosa y gloriosamente lo que significaba conseguir una victoria dentro de la cancha de fútbol y por otro lado,  nuestros ciudadanos eran incitados con noticias que  referían a una victoria inexistente dentro del campo de batalla. Se denomina des-información a la distorsión de las noticias. Y así es como se promulgaba la mentira, impresa en el papel de un diario.
Hay que realizar una aclaración correspondiente al tema en cuestión: la información no conlleva directamente al saber. No sólo porque a veces no logramos entender y asimilar, sino porque tener informaciones sueltas por los confines de nuestra cabeza, no puede ser considerado un real conocimiento, en todo caso puede ser una noción sobre un determinado tema. En fin, la obtención y reproducción de información limpia es un derecho del ciudadano, lo es al menos durante una Democracia. Todo un proceso se acaba con su regreso triunfal. Y así es como “el jueves cada cual se encuentra con las nuevas autoridades, que ya están en funciones. Quienes las precedieron en esos mismos lugares sencillamente no están más. No están más, no vienen más, no se los verá más por el colegio”. Comienza un nuevo ciclo para María Teresa, comienza un nuevo ciclo para toda la Argentina.

Un libro merodeado por la oscuridad y la obscenidad

Un balde de agua fría para el espectador debido a la transmisión sin tapujos de ciertas verdades acerca de la Argentina de ese período, sumergida en tanta mentira y tanta información podrida.
        
                                                                                                                                       Brenda Gramajo



[1] Romero, 1990.
[2] Kohan, 2011, Ciencias morales.

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