Comunicado N° 19, 24 de marzo de 1976:
"Se comunica a la población que la Junta de Comandantes
Generales ha resuelto que sea reprimido con la pena de reclusión por tiempo
indeterminado el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare
comunicados o imágenes
provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos
notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo. Será
reprimido con reclusión de hasta diez años, el que por cualquier medio
difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes, con el
propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de la Fuerzas Armadas ,
de seguridad
o Policiales."
Diario La Prensa, 24
de marzo de 1976.
Aquel denominado
‘Proceso de Reorganización Militar’
fue disparador de caos; genocidio, desesperación, represión, pánico, injuria,
consternación, desaparición. “Las víctimas fueron muchas, pero el verdadero
objetivo eran los vivos, el conjunto de la sociedad que, antes de emprender su
transformación profunda, debía ser controlada y dominada por el terror y la
palabra[1]” (Romero, 1990). Aquél, cualquiera que se dignara a expresar su
disconformidad, sería introducido sin su consenso, de cabeza al interior de un Ford
Falcon color verde. Se dictaminó que los partidos y la actividad política,
quedaban prohibidos como así también los sindicatos y la actividad gremial,
además se sometió a los medios de prensa a una explícita censura que impedía
cualquier mención sobre terrorismo
estatal y/o víctimas.
En el libro de Martín Cohan, Ciencias
Morales, advertimos cómo en ese colegio, el Nacional Buenos Aires, donde
estudian y han estudiado las futuras clases dirigentes, ha de extender su
jurisdicción más allá de la enseñanza, impartiendo a sus alumnos una
rigurosidad que no deben descuidar en ninguna circunstancia de sus vidas, una
impecable moral que debe constituirse en el inflexible esqueleto de todos sus
actos. María Teresa es preceptora en
este colegio, o sea, una inocente - o quizá sólo ignorante - maestra de
ceremonias. Tiene veinte años, empezó a trabajar cuando todavía era verano, y
el señor Biasutto, el Jefe de Preceptores, le reveló en su primera entrevista
la actitud que convenía adoptar con los alumnos. Porque no era fácil obtener lo
que él llamaba “el punto justo” para la mejor vigilancia. “[…]
Y María Teresa, que admira al señor Biasutto,
se perfecciona como preceptora, se esmera en la aplicación de las normas y la
corrección de las conductas”[2]. Su labor como preceptora se basa la mayor
parte del tiempo en satisfacer la mirada del Jefe de Preceptores, quien ha
confeccionado listas para el poder nacional y ve en la menor picardía
del alumnado, evocación y señales de subversión. Por ello, María Teresa decide
encerrarse en los baños de los varones e intentar dar con aquellos alumnos que
infringen las normas del colegio; aquellos que son fumadores clandestinos y
furtivos. Las limitaciones van más allá de lo público, traspasando el espacio
privado, tanto de los muros del colegio para adentro como fuera de él. La vida
era veloz y crudamente arrebatada por aves rapaces que decidían cuál nombre
tacharían primero. “El señor Biasutto
le cuenta lo que fueron los años difíciles para el colegio y para el país. Una
etapa que felizmente parece haber sido superada, aunque confiarse sería el
error más terrible”. Refiere a la época de los militares, esos que
encontraban solución aplicando la coacción y la coerción.
Un
claro ejemplo de su accionar es el de Rodolfo Walsh, aquél audaz periodista que
callaron, censuraron y mataron. Él, como muchos otros, quiso contar lo que
verdaderamente estaba pasando con los argentinos, pero no pudo terminar su
trabajo porque no lo dejaron. Según se sabe, la orden era de aprehenderlo vivo.
Pero él se resistió e hirió a uno de los hombres armados, entonces lo mataron.
Su cuerpo nunca apareció. Y en vida, fue desestimado por todo un pueblo, sus
afirmaciones no eran consideradas válidas al lado de la información oficial. ¡Picanas
y Submarino! ¡Metralletas y 9
Mm ! Además de la
Ley 22.285 de Radiodifusión. Una sociedad sin sentidos; sorda,
ciega, muda. “[…] las demás cosas de la vida persisten en su
canal habitual. El mundo restante, el mundo de los otros, no se altera por lo
que ha pasado: no se descompone, no se desintegra, sigue su curso”. La
vida continuaba para muchos de manera usual, poco se sabía o se sabía mucho que
no era real. Ocurre que, la obtención a la información y libre expresión son un
derecho humano universal: recibir, difundir e investigar informaciones y
opiniones. Claro que, durante esa época ningún derecho era aplicado ni
promulgado. Y se producía con persistencia la utilización de informaciones
falaces durante la transmisión de noticias: nuestros jóvenes eran liquidados y
al mismo tiempo, nuestros medios de comunicación, hacían llegar inapreciable
información a los que aguardaban el regreso de los
soldados. Así, bajo la orden militar, se procedía a maniobrar las noticias,
realizándoles excesivos recortes informativos. Según Giovanni Sartori, se
denomina sub-información a la noticia insuficiente en relación a su
contenido. Para colmo, nuestros medios mostraban ante el mundo, orgullosa y
gloriosamente lo que significaba conseguir una victoria dentro de la cancha de
fútbol y por otro lado, nuestros
ciudadanos eran incitados con noticias que referían a una victoria inexistente dentro del
campo de batalla. Se denomina des-información a la distorsión de las
noticias. Y así es como se promulgaba la mentira, impresa en el papel de un
diario.
Hay
que realizar una aclaración correspondiente al tema en cuestión: la información
no conlleva directamente al saber. No sólo porque a veces no logramos entender
y asimilar, sino porque tener informaciones sueltas por los confines de nuestra
cabeza, no puede ser considerado un real conocimiento, en todo caso puede ser
una noción sobre un determinado tema. En fin, la obtención y reproducción de
información limpia es un derecho del
ciudadano, lo es al menos durante una Democracia. Todo un proceso se acaba con
su regreso triunfal. Y así es como “el
jueves cada cual se encuentra con las nuevas autoridades, que ya están en
funciones. Quienes las precedieron en esos mismos lugares sencillamente no
están más. No están más, no vienen más, no se los verá más por el colegio”. Comienza
un nuevo ciclo para María Teresa, comienza un nuevo ciclo para toda la Argentina.
Un
libro merodeado por la oscuridad y la obscenidad
Un
balde de agua fría para el espectador debido a la transmisión sin tapujos de ciertas
verdades acerca de la
Argentina de ese período, sumergida en tanta mentira y tanta
información podrida.
Brenda Gramajo
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