sábado, 1 de febrero de 2014

Los vecinos mueren en las novelas y en la realidad



Los vecinos mueren en las novelas es uno de mis libros favoritos. Una historia atrapante llena de suspenso que con cada página invita a seguir leyendo. Pero lo que me pareció más interesante del libro es la forma en la que se desarrolla la historia. Con lo que parece ser una presentación bastante clara de los papeles que desarrollan los personajes principales.
John Bland es un escritor que se está mudando con su esposa Anne a una alejada campiña en Inglaterra, cuando su esposa recibe un llamado de su “padre” y se va para Londres, dejando a John solo y enojado, por lo que decide salir a dar un paseo, lo que siempre servía para calmarlo.
Durante esta caminata John decide ir a conocer a su única vecina, la señora Greenwood, una simpática anciana con la que se sienta a tomar té y hablar. Cuando John revela ser un escritor de policiales la anciana le dice que es una entusiasta del género y que tiene una historia que tal vez le parezca interesante y con el consentimiento de John pasa a relatarla.
La señora Greenwood cuenta una historia tan atrapante que dejó a John no solo cautivado sino que también celoso de la habilidad que la anciana poseía para relatar, lo lleva a responder con hastío al relato, descartándolo diciendo que “era solo una anécdota”. Él responde con el argumento de su próxima novela una historia macabra acerca de un hombre que decide asesinar a su vecina  que lo ponía a él como protagonista. La señora Greenwood al escuchar la historia decide contarle el relato completo de su historia inicial, en este relato ella es la que queda como responsable de una muerte en un triángulo amoroso del que ella formaba parte.
Luego de escuchar narrar a la señora, John queda maravillado, ya habiendo superado sus celos decide preguntarle si era una escritora en verdad, a lo cual Greenwood responde que no, y que se preguntaba si él lo era en verdad. La señora pasa a confesar que no confiaba en John ni creía que la historia sobre su próxima novela era simplemente una historia, sino que un plan de asesinato, ya que le había parecido demasiado realista. Y por esta razón no podía dejarlo ir.
John trata de defenderse de las acusaciones, diciendo que era solo su manera de narrar y que solo estaba intentando asustarla porque estaba molesto con ella por su maravilloso relato.
JOHN: “¿Acaso parezco un asesino?”
Sra. GREENWOOD: “oh no… ambos parecemos incapaces de matar a una mosca.”
Al principio la señora Greenwood parece ser una anciana inofensiva para luego descubrirse que en verdad era una asesina, escondiéndose a simple vista. Es cuando considera a John una amenaza que decide matarlo.
Sra. GREENWOOD: …“Señor Bland, imagine que usted antes de acostarse ve una araña en su habitación. Tal vez lo muerda, tal vez no. Dígame… ¿esperaría usted la mañana para saberlo?”
La señora Greenwood es un maravilloso ejemplar de asesino ficcional. Con el característico intelecto y capacidad de reflexión que define a un asesino de novela. Comparable con otras brillantes mentes tal como Hannibal Lecter, que se hacía pasar, (o más bien era a su vez) un psicólogo de renombre y un hombre muy fino y culto, que resulta ser un caníbal que elegía como víctimas a sus pacientes.
Pero la mayoría de los asesinos en la vida real no son mentes brillantes como Hannibal Lecter o la señora Greenwood, capaces de idear una plan maestro y salirse con la suya, ya que la mayoría de los asesinatos son pasionales y cuando la pasión es el factor motivante, uno tiende a ser menos cuidadoso ya que el juicio se encuentra opacado y dominado por los sentimientos.
Pero esa es la maravilla de la ficción, en los mundos ficcionales pueden existir las fantasías más fantásticas, los amores más románticos y los crímenes y criminales más atroces. Y uno puede leer o ver estas historias sobre crímenes y asesinos y sentirse inclinado o interesado por mentes maquiavélicas como Moriarty el nemesis de Sherlok Holmes o psicóticos si remedio como Norman Bates.
Es increíble porque la mayoría de los criminales no lucen como aquellos de las películas o libros, no son personajes macabros de apariencias y gustos excéntricos, sino gente común y corriente, gente que se pierde en la masa, las personas que jamás esperarías. Uno nunca sabe con lo que se va a encontrar. Y eso nos deja con una buena razón para ser paranoicos, a veces voy caminando por la calle o estoy viajando en un colectivo y se me cruza el pensamiento de que las personas que me rodean pueden llegar a ser asesinos, violadores, ladrones, narcotraficantes, etc.

Y la gente hoy en día está con un permanente estado de alerta con respecto al otro, todo ese miedo alimentado, no solo por la ficción (como  esa necesidad de prender las luces luego de ver una película de terror), sino por los noticieros que permanentemente nos asedian con relatos de crímenes reales. Historias que realmente nos hacen dudar de nuestros propios vecinos. 
Melina Bellotto

viernes, 17 de enero de 2014

Ensayo: Doce


Doce son las materias que hay en la secundaria. Doce son los profesores y doce métodos de enseñanza diferentes. Cada uno con su particularidad, su voz, su manera de expresarse, su forma de relacionarse con sus estudiantes y con sus colegas. Algunos llegan tarde y otros temprano, algunos aman lo que hacen y lo transmiten, otros sólo transmiten el hartazgo y el hastío de una rutina que los persigue. Algo semejante sucede en la novela El enigma de París de Pablo de Santis. Son doce los detectives que hay en esta historia. Cada uno con sus secretos métodos de investigación, con sus manías con sus detalles… Con su particular mirada sobre el mundo, con su manera de develar el misterio. Y al igual que en la lectura de esta novela, este largo, provechoso y a veces infructuoso, aunque siempre interesante camino que fue la escuela, nos deja la enseñanza de que hay infinidad de maneras de resolver un misterio, o un problema de matemática, un análisis literario, un proyecto, un trabajo practico, y simbólicamente también nos enseña que no hay una sola forma de ver el mundo, de enseñar o de dar… o no dar.
Walter Rago por ejemplo profesor de reflexión de 4º año tiene un método que se apoya más en lo práctico que en lo teórico, dando muchos trabajos prácticos que requieren investigación y método. En cambio la Profesora Claudia Vespa, profesora de la misma materia en 5º año, tiene un método más centrado en la lectura crítica de textos literarios y el análisis. Por otro lado Diego Omar Orfila, profesor de Comunicación de 4º y 5º año, tiene un método de enseñanza muy distinto al de Estela Silipo, profesora de Geografía de 2º y 5º año. Orfila tiene un método que se guía más por el debate y el intercambio de ideas y conceptos. Silipo, en cambio, es más estructurada en ese sentido, prefiere la enseñanza de manual, mucho cuestionario y mucho trabajo práctico. Son diferentes metodologías, sin embargo ambos persiguen la misma meta, ayudarnos a abrir nuestra mente, analizando relacionando y descubriendo nuestras propias ideas.
Es como con dos de los detectives de la novela, uno busca la solución al misterio en la observación de los detalles, en la partículas de polvo, en las huellas o marcas imperceptibles en el piso y el otro encuentra indicios en lo más evidente, desde un punto de vista más amplio, más abarcativo, en los símbolos en la comprensión de lo que representan.

Así podríamos seguir comparando profesores y detectives, la idea central es que aunque algunos sean más efectivos que otros, en este interesante, aunque a veces infructuoso camino, que fue la escuela a lo largo de estos cinco años, de cada profesor, de cada materia, de cada visión del mundo nos hemos nutrido y hemos aprendido, incluso de lo malo.

Valentín Caruso Tizziani

Ensayo: El producto más deseado


  El autor inglés Oscar Wilde fue quien escribió El Retrato de Dorian Gray, una novela gótica que causó polémica y revuelo en una sociedad como lo era la inglesa del siglo XIX por mostrar ciertas inclinaciones que podrían ser consideradas homosexuales entre los personajes (cosa imposible, mala e ilegal que incluso le causó la cárcel a Wilde) así como una visión negativa del mundo en el que el autor vivía. La historia nos cuenta cómo  Dorian Gray, joven y de enormes atractivos, es retratado por su amigo Basil. Cuando Lord Henry conoce al joven Dorian y da gala de su belleza, le hace saber que un día esta se irá por lo que el apuesto Gray desea mantener por siempre su juventud y beldad. Así, mientras él mantiene para siempre la misma apariencia del cuadro, su retrato envejece por él.  No solo los años se reflejan en la obra, cada pecado, cada acción que Dorian realiza y repercute en sus sentimientos, en su alma, se ve volcado en la pintura.   
  “L
o único que vale la pena en la vida es la belleza, y la satisfacción de los sentidos”, dice Lord Henry. El estar joven lo significaba todo, tal es así que Dorian manifiesta “si la belleza se pierde, se pierde todo”. Es importante recalcar que ya varios siglos atrás, la belleza y el parecer joven significa mucho para la sociedad. Si uno no es joven no es nada pues la juventud es la etapa divina, la etapa donde podemos llevar a cabo todo lo que queramos sin problemas.  El narcisismo de Dorian es excesivo. La admiración que siente por sí mismo es demasiada. “Soy joven, soy perfecto... ¡Quisiera ser así para siempre!” ¿Y quién no? ¿Para qué envejecer si cuando lo hacemos no somos nada en esta sociedad?
Es curioso, entonces, lo que plantea el autor Fernando Savater señalando que “quien no es joven, está muerto… a los viejos nadie los desea ya…”. Esta idea que Lord Henry plantea en Dorian de que la belleza lo es todo y debemos contar con ella eternamente es similar a la que poseemos hoy. Si somos viejos, si no nos vemos jóvenes y atractivos, no estamos al alcance de nada, todo pasa por nuestro alrededor como vimos pasar los años que se nos han ido. Lo que la belleza y juventud le garantizaban a Dorian: un mantenimiento de su estrato social más el gran reconocimiento entre las familia, hoy, de algún modo -no tanto la belleza como la juventud- son también las que garantizan a cualquier persona ser considerada más hábil o mejor que otra. Si sos viejo, tu tiempo pasó y seguro, ya no debés servir…
A la hora de buscar un empleo, por ejemplo, no hay más que fijarse en las edades requeridas para darse cuenta cuán excluyente se empieza a ser con las personas mayores a los cuarenta años. ¿Por qué? ¿La experiencia es menos importante que la edad? ¿Y por qué para el anuncio de productos de belleza se elige a la chica delgada y no a la que tiene unos kilitos de más pero se siente igual de hermosa que la otra?
Son ideas a las que no adhiero pero que cada día veo más presentes. Que la imagen importe más que la inteligencia o la experiencia es algo nefasto, a mi modo de ver. Preguntas básicas y clichés cómo “¿Qué es realmente la belleza?” o La belleza es algo subjetivo”, no deben ser vistos como meras frases usadas y repetidas. Lo que se considera bello  y, por lo tanto, con aires de juventud, es más propenso a ser utilizado como producto en el inmenso mercado del cual todos somos parte, mercado donde unos pocos determinan qué es bello y qué no.  

Es, creo yo, un error pensar que la juventud y belleza recae en lo que otros ven en nuestro exterior.  Somos jóvenes si ansiamos seguir viviendo disfrutando a pleno. La juventud la llevamos dentro y emerge cuando decidimos dar otro paso adelante, un paso hacia nuestra felicidad que nos hará ver jóvenes y bellos como nunca antes. Es nuestra obligación como sociedad, entonces, expulsar esos estereotipos que se nos son inculcados para darle paso a una era más libre y sin restricciones donde todos tengamos las mismas oportunidades sin importar edad, sexo, ni nada de nada.

Santiago Lechmann

Ensayo: El Fin del Progreso, el comienzo del Futuro


 "Los hombres que se acostumbran a preocuparse por las necesidades de unas máquinas, se vuelven insensibles respecto a las necesidades de los hombres." 
                                                                                                                                              Isaac Asimov



  Conquistar el Universo ha representado siempre el anhelo máximo de la Humanidad. Por eso año a año se invierte más en Tecnología y menos en Educación y Salud. Por eso año a año se ponen en órbita satélites y se lanzan cohetes y se deja morir de hambre a millones de niños.
  Según la Real Academia Española, Progreso –del lat. progressus- significa: avance, adelanto, perfeccionamiento. Nosotros buscamos el “Progreso” en lo material y no en lo esencial. Creamos hoteles en vez de escuelas, estacionamientos en lugar de plazas. Hay guerras, hay hambre, hay enfermedades, pero también hay solidaridad, hay amor y hay esperanza.
  Debemos entender que nuestros inventos, nuestras herramientas y todo lo que nos rodea no es peligroso, lo peligroso es nuestra estupidez. La investigación, la búsqueda del conocimiento, es el motor que nos lleva hacia el progreso, si lo paramos, nos estancamos, ¿qué sentido tendrían nuestras vidas? Por más que los científicos dejen de trabajar, jamás se podría acabar la investigación totalmente, ya que la curiosidad es algo innato en el hombre que lo empuja a buscar y hallar respuestas a sus interrogantes. Entonces, no se deben frenar, ni censurar los trabajos de investigación, siempre y cuando los experimentos no perjudiquen o le causen daño a algún ser vivo; sino que se deben “reorganizar”, es decir, proseguir con las búsquedas focalizando en el anhelo de conocimiento, y no en el lucro y el poder. Mahatma Gandhi decía: “La verdadera evolución social no consiste en aumentar las necesidades, sino en reducirlas voluntariamente; pero para eso hace falta ser humildes."
  Nos creemos dioses e ignoramos lo insignificante de nuestra existencia. Competimos entre nosotros para poder triunfar y nos olvidamos de que las grandes acciones de la Humanidad se dieron cuando todos se hubieron unido. Odiamos al “otro” y nos fastidiamos al reconocernos en él. Somos la enfermedad autoinmune que desarrolló una sociedad condenada por nuestra mera condición de humanos. Somos a la vez causa y efecto de la infección que acosa a la sociedad. Un mal de la sociedad, se trata de un problema común a todos los individuos.
  Al Hombre le llevó sesenta y cinco millones de años convertirse en lo que es hoy y tan sólo un milenio para arruinarlo todo. Tenemos un increíble Planeta, lleno de vida que nos provee de todo lo que necesitamos para vivir y aún así lo destruimos. La tierra no es un planeta más; está en el lugar adecuado, a la distancia adecuada de nuestra estrella, tiene el tamaño adecuado, la composición adecuada con la cantidad de agua adecuada y todo lo necesario para que se den las condiciones para el desarrollo de la vida. Venus y Marte, nuestros vecinos más próximos, están en una zona en la que se podría desarrollar vida en ellos, pero carecen de agua y su atmósfera no es lo suficientemente densa como para albergar vida. ¡Sí! Nuestro planeta es especial, nosotros no; somos simplemente un eslabón más en la línea evolutiva hacia los grandes cerebros, y la hemos puesto en riesgo. Creo que eso de colonizar el Universo es una ilusión narcisista. Sería tan sólo un nuevo lugar donde ser mezquinos. ¿Cómo vamos a poder establecernos en otro Planeta si no sabemos cómo vivir en el nuestro? Y en todo caso ¿valdría la pena?
  Hablar de Eternidad es controversial, porque sería suponer un mundo donde nada cambie, donde todo se mantiene igual; es decir, un mundo inerte. ¿Qué sentido tiene hablar de un mundo inerte? ¿Se puede vivir en un mundo inerte si la vida es crisis? Entonces hay que hablar de Evolución de la Vida en nuestro planeta.
  Guerras, holocaustos, dictaduras, desastres naturales, todo tipo de crisis que atravesó el mundo, y sólo fue en esos momentos en los que se registró el mayor espíritu de unidad y se presenciaron las acciones solidarias más extremas. Se necesitaron de verdaderas tragedias para poder alcanzar aquel nivel de nobleza. Entonces es inevitable preguntarse ¿necesitamos catástrofes que nos hagan cambiar a la fuerza? ¿Necesitamos devastarnos por completo para renacer? ¿Vale la pena el peligro? ¡Sí! Aunque drástico, al menos parece necesario. ¿Pero debe seguir siendo así? ¿Aprenderemos algún día a ser menos brutos? ¿El fin justifica los medios? Eso es algo que tendremos que reflexionar a medida que las oportunidades para el cambio se presenten. La verdadera pregunta es, ¿qué estamos dispuestos a sacrificar?


Lucía Pereyra

Ensayo: Ciencias Morales. La dictadura mediatizada

Comunicado N° 19, 24 de marzo de 1976:

"Se comunica a la población que la Junta de Comandantes Generales ha resuelto que sea reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo. Será reprimido con reclusión de hasta diez años, el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de la Fuerzas Armadas, de seguridad o Policiales."
Diario La Prensa, 24 de marzo de 1976.

Aquel denominado ‘Proceso de Reorganización Militar’ fue disparador de caos; genocidio, desesperación, represión, pánico, injuria, consternación, desaparición. “Las víctimas fueron muchas, pero el verdadero objetivo eran los vivos, el conjunto de la sociedad que, antes de emprender su transformación profunda, debía ser controlada y dominada por el terror y la palabra[1] (Romero, 1990). Aquél, cualquiera que se dignara a expresar su disconformidad, sería introducido sin su consenso, de cabeza al interior de un Ford Falcon color verde. Se dictaminó que los partidos y la actividad política, quedaban prohibidos como así también los sindicatos y la actividad gremial, además se sometió a los medios de prensa a una explícita censura que impedía cualquier mención sobre  terrorismo estatal y/o víctimas.
En el libro de Martín Cohan, Ciencias Morales, advertimos cómo en ese colegio, el Nacional Buenos Aires, donde estudian y han estudiado las futuras clases dirigentes, ha de extender su jurisdicción más allá de la enseñanza, impartiendo a sus alumnos una rigurosidad que no deben descuidar en ninguna circunstancia de sus vidas, una impecable moral que debe constituirse en el inflexible esqueleto de todos sus actos. María Teresa es preceptora en este colegio, o sea, una inocente - o quizá sólo ignorante - maestra de ceremonias. Tiene veinte años, empezó a trabajar cuando todavía era verano, y el señor Biasutto, el Jefe de Preceptores, le reveló en su primera entrevista la actitud que convenía adoptar con los alumnos. Porque no era fácil obtener lo que él llamaba “el punto justo” para la mejor vigilancia. […] Y María Teresa, que admira al señor Biasutto, se perfecciona como preceptora, se esmera en la aplicación de las normas y la corrección de las conductas”[2]. Su labor como preceptora se basa la mayor parte del tiempo en satisfacer la mirada del Jefe de Preceptores, quien ha confeccionado listas para el poder nacional y ve en la menor picardía del alumnado, evocación y señales de subversión. Por ello, María Teresa decide encerrarse en los baños de los varones e intentar dar con aquellos alumnos que infringen las normas del colegio; aquellos que son fumadores clandestinos y furtivos. Las limitaciones van más allá de lo público, traspasando el espacio privado, tanto de los muros del colegio para adentro como fuera de él. La vida era veloz y crudamente arrebatada por aves rapaces que decidían cuál nombre tacharían primero. “El señor Biasutto le cuenta lo que fueron los años difíciles para el colegio y para el país. Una etapa que felizmente parece haber sido superada, aunque confiarse sería el error más terrible”. Refiere a la época de los militares, esos que encontraban solución aplicando la coacción y la coerción.
Un claro ejemplo de su accionar es el de Rodolfo Walsh, aquél audaz periodista que callaron, censuraron y mataron. Él, como muchos otros, quiso contar lo que verdaderamente estaba pasando con los argentinos, pero no pudo terminar su trabajo porque no lo dejaron. Según se sabe, la orden era de aprehenderlo vivo. Pero él se resistió e hirió a uno de los hombres armados, entonces lo mataron. Su cuerpo nunca apareció. Y en vida, fue desestimado por todo un pueblo, sus afirmaciones no eran consideradas válidas al lado de la información oficial. ¡Picanas y Submarino! ¡Metralletas y 9 Mm! Además de la Ley 22.285 de Radiodifusión. Una sociedad sin sentidos; sorda, ciega, muda. “[…] las demás cosas de la vida persisten en su canal habitual. El mundo restante, el mundo de los otros, no se altera por lo que ha pasado: no se descompone, no se desintegra, sigue su curso”. La vida continuaba para muchos de manera usual, poco se sabía o se sabía mucho que no era real. Ocurre que, la obtención a la información y libre expresión son un derecho humano universal: recibir, difundir e investigar informaciones y opiniones. Claro que, durante esa época ningún derecho era aplicado ni promulgado. Y se producía con persistencia la utilización de informaciones falaces durante la transmisión de noticias: nuestros jóvenes eran liquidados y al mismo tiempo, nuestros medios de comunicación, hacían llegar inapreciable información a los que aguardaban el regreso de los soldados. Así, bajo la orden militar, se procedía a maniobrar las noticias, realizándoles excesivos recortes informativos. Según Giovanni Sartori, se denomina sub-información a la noticia insuficiente en relación a su contenido. Para colmo, nuestros medios mostraban ante el mundo, orgullosa y gloriosamente lo que significaba conseguir una victoria dentro de la cancha de fútbol y por otro lado,  nuestros ciudadanos eran incitados con noticias que  referían a una victoria inexistente dentro del campo de batalla. Se denomina des-información a la distorsión de las noticias. Y así es como se promulgaba la mentira, impresa en el papel de un diario.
Hay que realizar una aclaración correspondiente al tema en cuestión: la información no conlleva directamente al saber. No sólo porque a veces no logramos entender y asimilar, sino porque tener informaciones sueltas por los confines de nuestra cabeza, no puede ser considerado un real conocimiento, en todo caso puede ser una noción sobre un determinado tema. En fin, la obtención y reproducción de información limpia es un derecho del ciudadano, lo es al menos durante una Democracia. Todo un proceso se acaba con su regreso triunfal. Y así es como “el jueves cada cual se encuentra con las nuevas autoridades, que ya están en funciones. Quienes las precedieron en esos mismos lugares sencillamente no están más. No están más, no vienen más, no se los verá más por el colegio”. Comienza un nuevo ciclo para María Teresa, comienza un nuevo ciclo para toda la Argentina.

Un libro merodeado por la oscuridad y la obscenidad

Un balde de agua fría para el espectador debido a la transmisión sin tapujos de ciertas verdades acerca de la Argentina de ese período, sumergida en tanta mentira y tanta información podrida.
        
                                                                                                                                       Brenda Gramajo



[1] Romero, 1990.
[2] Kohan, 2011, Ciencias morales.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Otro policial: Innocens

  “No mires atrás… No mires atrás…” “¡No llores, ni que lo hubieras hecho vos!” “¡No grites y corré! ¡Dale!”

  ¿Qué pasó? ¿Cómo fue? ¿Dónde y por qué? ¿Quién era ese hombre? No lo sé. No me importa. Si pienso me detengo, y si me detengo muero.

  Abrí la puerta de casa. Todo permanecía en silencio. Asumí que eran alrededor de las cinco de la mañana, o al menos, antes de las siete.
  Pasé por el cuarto de las nenas para ver cómo dormían. Era reconfortante que alguien en esa casa estuviera calmado.
  Me recosté, el radiodespertador marcaba las seis y media. Estaba en lo correcto, me quedaban al menos treinta minutos para ordenar mi mente y serenarme. Las chicas no me podían ver así. ¡Así! Miré mis ropas, sucias de tierra y con rastros de sangre. Y mi cara se llevaba lo peor, necesitaba encontrar una buena excusa para mi ceja partida.
  Sentada en el borde de la cama me saqué las zapatillas, la remera y el pantalón. Una ducha me ayudaría.
  El reflejo en el espejo me dejó desorientada; me costó reconocer a quién tenía enfrente: esa no era yo, ya no más. Esposa, madre, hija, hermana, amiga… no me podía reconocer en ellas, en quienes solía ser.
  Luego de salir del baño volví a mirarme en ese espejo y esta vez no me fue tan difícil reconocerme. Ya en mi habitación miré la hora. Era tiempo de despertarlas. Me vestí y luego de unos minutos me dirigí a su pieza y las desperté como siempre lo hago. Les preparé el desayuno habitual; besé sus cabezas mientras comían y luego sus mejillas cuando salían por la puerta.
  Sola de nuevo, en la intimidad, comencé a entender lo que había pasado; el robo, el disparo, la huida…
  Tenía una razón suficiente, mis hijas. ¿Acaso ellas no merecían algo mejor? No iban a compartir mi destino. La próxima lo haré mejor.

  

Bellotto, Melina                                                           Pereyra, Lucía

Cuento policial: “Amigos, hasta que te das la vuelta”

Cinco minutos más… Cinco minutos más… Cinco minutos más… ¡La puta madre! ¡Ya es tardísimo! Si no llego me bajan estos imbéciles. Quince, veinticuatro treinta y dos… ¡Contestá, pelotudo! La recalcada… ¡Chino! En veinte estoy ahí, tuve un contratiempo... No, no va a pasar más... Sí, quedate tranquilo. ¡Chau! Este tarado me va a dar un culatazo cuando me dé vuelta, pero antes que haga algo le pongo uno en el medio de la frente…

Era sacar la lotería con esa flaca… ¡La nenita de papá! ¡Sí, esa rubia! Vive en el 5 “C” la pendeja, se fue de viaje antes de ayer… Pero le dejó las llaves al novio. ¡Ese pajero interesado! Va y viene, va y viene. Eso sí, no se queda en el departamento. ¡Qué mierda tendrán ahí adentro, se me hace agua la boca de solo pensar! No nos conviene arriesgar todo el laburo… Yo diría que nos quedemos con lo que tenemos, que mal no venimos.

Che, ¿y la vieja? ¡El intento de Susana Giménez! La visita un pendejo de vez en cuando, supongo que será el nieto. Pero en las últimas tres semanas fue una sola vez, no creo que nos vaya a joder. Después no recibe visitas de la familia… ¡Debe ser infumable la mina! La semana pasada le tocó a Pato hacerle el seguimiento… ¡Pobre Doña! Se la llevan a coj... a comer todos los días, a la misma hora. Se va en el auto de un infeliz, que mínimo le garpará los reflejos que se hace en la peluquería… ¡Puf! Vos quedáte tranquilo que no vuelven por horas…

Estamos en contacto... ¡No sean idiotas, esto queda entre nosotros! Al que hable, lo hacemos boleta. No sean giles... ¡Nos vemos el jueves! ¡Chau muchachos!
No confío en él. Nos va a cagar a todos, lo presiento… ¡Boludo, despertate! Somos peones, Quique. ¿Cómo no lo podés ver? Confirmame ahora si estás adentro. Los demás pibes piensan parecido a mí, lo que pasa es que son todos unos cagones… Somos más, tenemos más gente. Date cuenta que Chino es puro verso. Quiere cagar más alto de lo que le da el culo… Ese reventado no puede armar una movida tan grosa, entre todos le bajamos los humos.

¡Escuchá! ¡Loco! ¡Escuchá! ¡Chino! Yo no soy un chupa culos, que te quede claro. Y tampoco tengo pensado irte por atrás. De esta salimos, así como entramos, juntos… Yo te hablo por mí, como siempre. Son como labradores esos muchachos, te van a dar bola a vos, que les das de comer… ¡Vos tranquilo! Y tené mucho ojo con Quique, que le va mucho el puterío. Sí, tiene su fama de hablar de más…

 Cinco minutos más… Cinco minutos más… Cinco minutos más… ¡Ahí me levanto, imbécil! ¡No! ¡No! No me pegue, no me pegue más. Yo no hice nada, le juro que no hice nada. Ya se lo dije: soy víctima, no victimario. Como verá no encontraron en mis manos el motín. ¡Me están echando culpas que no merezco! Todos esos infelices, se están saliendo con la suya…Y ustedes acá con el hombre equivocado, típico de la cana. Yo sólo estaba en el lugar menos indicado, en el momento menos indicado. Estaba desmayado cuando me encontraron ¡Por amor de Dios! ¿Qué pruebas tienen para encarcelarme? Si con esos pibes, nunca traté. ¡Por favor! ¡Por supuesto! ¡Por supuesto! Que tienen que dejarme salir…

Hola ¿Chino? Te estoy llamando de un público, sí. Salió todo bien, los demás cayeron… Me retuvieron unas horas, pero no tenían suficientes pruebas. ¡Éstos canas son unos imbéciles! Si tienen buena conducta, les acortan la condena. No valen la pena, son simples señuelos. ¿Nos vemos en media hora? Sí, en donde siempre… ¡Chau! Éste tarado me va a dar un culatazo cuando me dé vuelta, pero antes que haga algo le pongo uno en el medio de la frente…


Los malvivientes se llevaron dinero en efectivo, joyas, alhajas, notebook y cámaras digitales de estos departamentos. La policía sospecha que los ladrones hacen inteligencia durante varias semanas para constatar los horarios en los que los moradores habitualmente no se encuentran para luego ingresar a estas viviendas con total tranquilidad y llevar adelante los delitos. Esta técnica se denomina: timbreo.

                                                                                                                                        Brenda Gramajo