La búsqueda de una carrera suele ser, a
menudo, un motivo de felicidad pero, a la vez, de desconcierto o desesperación.
Leyendo esta afirmación uno podría preguntarse, ¿cómo es que una misma decisión
puede generar respuestas tan diferentes? El problema para algunos comienza en
la casa (y por casa me refiero al entorno: amigos conocidos, familiares, etc.),
en dichos casos pueden encontrarse desde prejuicios sobre el aparente
“prestigio” de algunas carreras (los cuales presuponen el “desprestigio” de
otras) hasta el -ya tan conocido- mandato familiar. Pero detengámonos por un
momento en el primer problema mencionado (prestigio vs desprestigio), Roberto
Aras dice “[…] el prestigio que poseen dentro de la comunidad puede oscilar
pendularmente entre el “exitismo” que acompaña a quienes trabajan en el mundo
empresario, de las comunicaciones o de la tecnología de punta, hasta la
“resignación” de los que se sienten llamados a desarrollar las humanidades o
las artes”. ¿Es realmente posible clasificar si las carreras son más o menos
prestigiosas? Y si es así, ¿en qué nos basaríamos?, ¿relevancia en la sociedad
acaso? Bien, entonces se puede decir que la sociedad actual no existiría sin
gente dedicada al mundo de las carreras prestigiosas ¿Cómo hubiera sido este
mundo sin un Carl Marx, un Galileo, sin un Antonio Gramsci o un René Favaloro? Siguiendo el mismo criterio, ¿acaso personas como Da Vinci, Platón o Armando
Dicépolo no tienen relevancia alguna en este mundo?, ¿son simples seres humanos
comunes y silvestres que pasaron por la vida sin trascendencia alguna?. Si es
así podríamos replantearnos por qué las idea de Platón siguen siendo objeto de
estudio en secundarias y universidades siglos después de su muerte o el por qué
una obra de Da Vinci se cotiza tanto o por qué aún se ven documentales extensos
sobre la vida y obra de dicho artista en el cable.
Sin embargo lo que suele destacar más a la hora de elegir una carrera es la desesperación que provoca esta decisión, como ya mencionó Virginia Tarsitano : “en la orientación vocacional aprendimos que no fracasa en su decisión aquel que puede llegar a cambiar de opinión; sino el que se inscribe en una carrera sin elegir o madurar alguna idea que le permita asumirse como protagonista de su propia vida”.
Sin embargo lo que suele destacar más a la hora de elegir una carrera es la desesperación que provoca esta decisión, como ya mencionó Virginia Tarsitano : “en la orientación vocacional aprendimos que no fracasa en su decisión aquel que puede llegar a cambiar de opinión; sino el que se inscribe en una carrera sin elegir o madurar alguna idea que le permita asumirse como protagonista de su propia vida”.
Elegir una carrera no debe ser algo repentino, absoluto e
impersonal, sino que para hacerlo debemos repensarnos a nosotros mismos y
hacernos cargo, ser conscientes de la decisión que tomamos sin que esta sea
indiscutible y tajante. De esto también habla Fernando Gasalla cuando afirma
que el dramatismo no sirve y que “ […] la decisión o elección de la carrera no
es un compromiso para siempre o del que no haya retorno” y es bien sabido que
esto es lo que más inquietud suele generar en los jóvenes, pues toman a “la
carrera” como algo que definirá su vida por la eternidad, una decisión cuya
respuesta debe ser exacta y no cabe en ella margen de error.
Muchas veces los jóvenes se ven superados por las responsabilidades que deben afrontar, ya que los costos, conocimientos y habilidades necesarias para dar el primer paso hacia la carrera (el ingreso a la universidad) requieren independencia y mayor responsabilidad.
Es por eso que la carrera debe decidirse siempre con calma y siendo fiel a los intereses y pasiones de uno mismo.
Muchas veces los jóvenes se ven superados por las responsabilidades que deben afrontar, ya que los costos, conocimientos y habilidades necesarias para dar el primer paso hacia la carrera (el ingreso a la universidad) requieren independencia y mayor responsabilidad.
Es por eso que la carrera debe decidirse siempre con calma y siendo fiel a los intereses y pasiones de uno mismo.
Iara Diacobo
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