lunes, 11 de junio de 2007

Un mal momento

Todo ocurre el quince de abril del corriente año, en el barrio Loma Hermosa ubicado en el partido de San Martín, provincia de Buenos Aires.
Está amaneciendo, son alrededor de las seis y media de la mañana, horario típico de la salida de los adolescentes que van a bailar. Como siempre está el hombre que vende las facturas, el carrito que va de un lado para el otro vendiendo choripanes, panchos y hamburguesas.
En un momento empiezan a discutir entre dos “banditas” de chicos, son alrededor de siete chicos en cada una. Pasan unos minutos y uno de los grupos sube a sus motos y se va. Al ver que los “rivales” se fueron, ellos se retiran de a poco. Hasta que lamentablemente quedan dos, caminan y charlan. No caminan ni media cuadra que ya están rodeados por los chicos con sus motos, quienes se bajan les comienzan a pegar. Una de las “víctimas” logra escapar de ese círculo y comienza a correr por el medio de la calle. Pero la suerte no está de su lado, ya que es seguido por dos de los contrarios. Uno de estos al ver que no puede alcanzarlo atina a patearlo para que tropiece y se caiga; y es lo que pasa. El joven se cae, da un par de vueltas y cuando trata de levantarse para seguir huyendo se “encuentra” con los dos adolescentes…
A pocos metros está la parada del colectivo, y ahí estoy yo. No soy la única espectadora, están mis amigos, conocidos y no sólo jóvenes, también están los hombres alguna vez ya vistos, que preparados para comenzar su día, se van a trabajar, con sus caras lavadas y su ropa impecable. No se puede creer que teniendo esa imagen al frente de sus narices nadie haga nada.
Hasta lo tolero más y grito:- Ayúdenlo, lo están matando. No me importa qué puede llegar a pasar. Mis amigos callándome y los hombres con sus manos en los bolsillos, a causa del frío matutino, dan media vuelta para mirarme a los ojos, entonces comienzo a sentirme sapo de otro pozo, nadie responde a mi pedido, todos son indiferentes, como si nada estuviera pasando.
Luego me acerco a un hombre, ¿no piensa hacer nada?, él sacando su mano del bolsillo para poder bajar el cuello del abrigo, me responde:- si uno se “mete”, sale lastimado también. Sin saber qué decirle retrocedo sorprendida, esa frase se repite una y otra vez dentro de mí.
El joven, luego de haber recibido la golpiza, queda ensangrentado, con toda la ropa destrozada, aparenta tener el brazo dislocado y la mandíbula “rota”. Es rescatado por una pareja que pasa con su moto por la calle del episodio y lo lleva a un hospital de la zona.
Los dos agresores vuelven a buscar sus respectivas motos y se van a toda velocidad, en forma de festejo.
Shockeada me subo al colectivo y en apenas unos pequeños minutos, lamentablemente todo pasa a ser una pequeña anécdota.

Julieta Gualdoni

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