miércoles, 6 de junio de 2012

Una ida y vuelta sin llegar al destino


7:00 A.M. Suena la alarma del celular a todo volumen, calculando que hay 30 minutos para prepararme y salir me levanto de la cama. Con un poco de sueño me termino de vestir, me preparo y miro el reloj: las 7:20, perfecto, tardé menos de lo acostumbrado, 10 minutos de sobra para tomar un té y salir para la parada.
Ya con todo hecho, salgo a la calle. Auriculares y música encendidos, camino hasta la esquina y me quedo en la parada del 107, el día está nublado y está lloviznando un poco. Me pongo la capucha y miro alrededor, soy la única en la parada.
Pasan 3 minutos y llega el colectivo, no hay mucha gente, saco el boleto y voy para los asientos del fondo, me pongo a calcular cuántas cuadras son para llegar, no es mucho, como máximo tendría que tardar unos 15 minutos. Mi destino, la sede del CBC de Drago.
Me pregunto e imagino cómo va a ser la clase que iremos a presenciar con el grupo y la profesora. Estarán todos callados, habrá muchos alumnos, será aburrida o interesante.
Cambio la música del celular, ya quiero llegar, miro por la ventanilla y me doy cuenta que está lloviznando más que antes, de repente el colectivo se empieza a llenar, chicos de primaria acompañados por sus padres, gente que va a trabajar, un señor que lee el diario, un par de chicas que charlan a los gritos y se ríen a carcajas.
De repente el colectivo se detiene, el chofer baja y sale a mirar algo de la parte de atrás, -Se pinchó una rueda, van a tener que bajar y esperar al próximo- dice.
Con caras de cansancio y quejándose la gente se baja del colectivo, yo bajo sin hacerme drama, todavía tengo tiempo de sobra, salí bastante temprano. Miro los carteles de las calles para ver donde estábamos, Av. Monroe y Crámer, no habían pasado más de 15 cuadras desde que me había subido, no me había dado cuenta.
Pasaron 10 minutos, 15, 20, 30, y el colectivo no venía, ya empezaba a preocuparme, cada cinco segundos miraba la hora, ya eran las 8:50, ¿tanto había que esperar?
Totalmente enojada, me saco los auriculares, apago la música y empiezo a calcular qué hacer. Habíamos quedado que a las 8:30 nos encontrábamos en la puerta, a las 9:00 empezaba la clase, por lo tanto tenía 10 minutos para llegar, y teniendo en cuenta el tráfico que empezaba a haber a esa hora, y las cuadras que todavía me faltaban, era imposible.
Cinco minutos más, el colectivo seguía sin aparecer, me vuelvo a enganchar los auriculares, música a todo volumen, la capucha puesta y a caminar de vuelta las 15 cuadras hasta casa.
No llego a tiempo para la clase, si llego tarde voy a interrumpir, voy a quedar mal, pensando eso camino más y más rápido por la avenida llena de gente apurada, me suena el celular, era un compañero:
-          Hola, ¿dónde estás?
-          No voy, me estoy volviendo a mi casa, tengo mucha bronca, me tuve que bajar del colectivo, está lloviendo y bueno, ya fue.
-          Pero vení, ¿no llegas?
-           No, no, dejá, me voy a mi casa.
-          Ah, bueno, chau, después nos vemos.
Corto y sigo caminando, enojada pienso, una falta más, me levanté temprano para nada, encima ya no tengo sueño.
Así se pasaron las 15 cuadras,  llego a casa, abro la puerta y ya no me siento tan enojada, dejo mis cosas y aprovecho para prepararme unos mates y desayunar, por lo menos esta salida fallida no termina tan mal, disfruté al fin y al cabo de una caminata matutina debajo de la lluvia con música, que si lo pienso bien, me encantó, perdí una experiencia pero gané otra.

Giselle Almirón 

No hay comentarios: