martes, 27 de noviembre de 2007

“FAMILIARIZÁNDOME...”

...CON LA ABUELA:

Mi abuela, Selva del Valle Palavecino nació en un pueblito de Santiago de Estero, Salavina el 25 de Noviembre de 1928 . Fue ahí donde asistió a esos típicos pequeños colegios de pueblo, le quedaba a tres leguas, tenía techito de chapa, tal vez una puerta y unas paredes de barro y madera; vaya saber alguien de qué más. Vivía en un pueblito en el que ni se imaginaban a la tecnología como una posibilidad de facilitar sus tareas, menos para comunicarse con alguien. Mucho menos con millones de forma masiva.
Ella, inadvertida, se la pasaba jugando con sus ovejas, a las que les ponía nombre y las reconocía por él y ellas la reconocían a ella. Desde muy chica tuvo que hacer muchos esfuerzos para estudiar. A mi bisabuela no le interesaba que mi abuela aprendiera a leer y a escribir, así que la mandaba todo el día a cuidar de las ovejas y de vez en cuando se le daba por hacerla cuidar los cabritos también. Esto no le dejaba tiempo para hacer ninguna tarea escolar ni para practicar cualquier cosa que le dieran. Así que, como cada vez que la veían estudiando la mandaban a cuidar las ovejas, ella se trepaba a los árboles, y desde la copa más alta daba una ojeada al rebaño y practicaba sin que nadie la molestara.
Su primera muñeca la tuvo como a los 10 años, cuando una tía que viajó a Francia se la trajo. Es de plástico y casi no se la puede tocar de tan blandita que es, todavía la tiene mi mamá envuelta en una tela guardada en su placard. Mientras tanto, jugaba con muñequitos que ella misma se fabricaba de barro, por lo que me cuenta se divertía igual o mejor.
Sus tías eran como su “conexión” con el mundo exterior, ya que una le regaló esa muñeca de la que normalmente todas las niñas de su edad gozaban, y otra tenía una pequeña radio por la que escuchaban algunas noticias. L a radio de su tía era algo así como “la radio del pueblo”. La noticia que más recuerda es cuando anunciaron la muerte de Carlos Gardel. Todo el pueblo estaba llorando, ella incluida.
A pesar de todos los interines de su infancia , le ganan los buenos recuerdos, y Selva habla de su niñez con una sonrisa inseparable de inextricable nostalgia y alegría. Le brillan los ojos. Santiago del Estero es lo más lindo que hay.
Esto que ella me transmite me responde un poco la pregunta que me resurgía cuando alguien habla del campo o de lugares apartados de la tecnología:
“¿Cómo hacían, o hacen actualmente, para vivir sin tele, radio, cine, o compu?”. Simplemente lo hacían y mejor, según desde qué punto lo mires, eso queda a juicio propio. En una mirada personal yo diría que al menos viven con mejor salud. Con sus --- años mi abuela ve mejor que yo, tiene muchísimas energías y goza de increíble vitalidad. Un dato que enriquecería, sería el saber que su tío abuelo, también proveniente de Santiago del Estero, vivió hasta la edad de 130 años.
Selva , dejó su vida “no tecnológica” cuando tenía 14 años y se mudó a Bs. As., para trabajar cuidando niños. Aquí encontró radio, cine. Todo muy distinto a Santiago del Estero.
Mi abuela rápidamente formó un grupo de amigas con las cuales salían a todos lados. Uno de sus lugares favoritos era el cine, donde conoció a mi abuelo y entre película y película terminaron de novios. Después de 3 meses, en el año 1954 a los 25 se casó con José Luis Borda. Era entrerriano y había venido a Buenos Aires después de un pleito familiar, esperando tener suerte al encontrar trabajo.
Después de haberse casado se fueron a vivir sobre la calle Rivadavia, en Floresta, más precisamente en la vereda de enfrente al “Olimpo”, un centro de torturas muy conocido en la época de la represión.
Un año después de haberse casado, mi abuela dio a luz a mi tía, Aurora Borda . Un año más tarde, tuvo a mi mamá, Leonor, el 8 de Noviembre de 1957.
Selva recuerda, que en la época de la represión, mi abuelo era peronista a muerte y tenía casi empapelada las paredes gastadas de la habitación con afiches peronistas. A este “desacato” respondían los militares con allanamientos y con autorización para llevárselo a la cárcel. Ella, embarazada de mi mamá, trepaba al techo para que no atentaran encarcelarla también. Mi abuelo siempre salía en libertad, pero unos meses después lo volvían a llevar a prisión por la cantidad de afiches peronistas. Así sucedió varias veces.

...CON MAMÁ:

Mi mamá me contaba que, era una niña casi adolescente cuando todo sucedió, y no tenía tanta noción de la seriedad del asunto. En la vereda de enfrente siempre ponían bombas, escondidas dentro de una bolsa residual, que iba a parar a los pies de algún distraído que la pateaba... y explotaba, matando a la persona.
Al salir de su casa, muchas veces se encontraba con militares vigilando el lugar. Desde la terraza de su casa a veces, se podían escuchar los gritos de las personas de adentro del Olimpo. Era horrible.
Creció sin televisión, pero en su cuarto siempre tenía una pequeña radio, por la cual escuchaba todo lo que sucedía. Solo cuando iba a la casa de su amiga, veía tele. Ésta fue la culpable de su desilusión hacia el cantante que le gustaba: Sandro. Siempre lo escuchaba por la radio y le fascinaban sus temas. Pero bastó verlo para que le sacara ese encanto.. Siempre agitado y transpirando a más no poder sobre el escenario, le quitaba el romanticismo y la estética a las canciones.
Leonor vivió una adolescencia un poco peligrosa, como para todos los que estaban en ése momento. A la noche, después de salir con amigos, ellos tenían miedo de acompañarla hasta la puerta de su casa como lo hacían con todos. A ella la dejaban a una cuadra, y esperaban a que entrara, mirándola desde lejos. Si pisaban su cuadra, era muy posible que algún militar se acercara y pidiera los documentos. Si no los tenían encima, los podían llevar y no sabían qué iría a pasar después. Mi mamá, por supuesto, siempre llevaba consigo el documento.
Creció, terminó la secundaria, trabajó en varios lugares fugazmente, pero se mantuvo estable en un estudio de cartografía de militares. Ella me contó cómo tenían que hacer los mapas: a pulso. Copiando de las fotos que se tomaban. No tenían la tecnología actual ni mucho menos. También estudió dactilografía, para escribir en la máquina de escribir. Aunque ahora ya no existe, le sirve para manejarse perfectamente con la computadora.
A los 26, conoció a Ricardo Rubén Gomar, mi papá, en la puerta de la Iglesia a la que asistían. Después de haber estado un año de novios, se casaron. Se fueron a vivir a una propiedad de mi abuelo paterno, en Villa Luro. Al año de haberse casado, tuvieron a mi hermana mayor, Aldana. Un año y un mes después, nació Yamila. Tres años después nací yo y nos Mudamos a San Miguel. Un año después Mailen. Seis años después nació Jazmín, y un año y ocho meses después, Oriana. Como se puede leer, somos una familia bastante numerosa.


...CONMIGO:

El 23 de Marzo de 1990 nací yo, en Capital Federal, pero residiendo en San Miguel, cuando la tecnología ya había avanzado a pasos agigantados. La TV y la radios ya existían, pero las computadoras y otras tecnologías fueron creciendo casi a mi par: A los 8 años tuve mi primer “contacto” con una computadora, la de mi casa. La acomodábamos en un escritorio en el living para que el lugar nos sea cómodo a todos. También a los 9, empecé a tener computación en el colegio primario donde asistía, en San Miguel. Más tarde, Internet se generalizó -a partir del año 2003-, yo tenía 13 años, y ya empezaba la tan mencionada fiebre del msn. A ésa edad, ya me había cambiado de colegio dos veces: fui a sexto y séptimo grado en el colegio “San Martín” – también ubicado en San Miguel-, e hice primer año de secundaria en el colegio “Luis Pasteur. N° 19” localizado el Devoto, como consecuencia de una conflictiva mudanza.
De chica siempre me molestó tener que mirar el noticiero cuando mi familia lo miraba. Igualmente, con hechos como la caída de las torres gemelas, o el cacerolazo, terminé agradeciendo la molestia. El fin de la TV originalmente era comunicar, pero de cualquier forma, yo nací en una época en la que su finalidad ya estaba un poco desfigurada por las series, las pelis, los programas de chimentos, juegos , entre otros. Así que es normal que no me gustara seguir el único programa que mantenía el fin base de este medio de comunicación masiva.
Luego, cuando estaba en tercer año de la secundaria – esta vez cursando en el colegio “EMEM N° 1 d.e. N° 16”- los celulares tuvieron su auge, y todo el mundo TENÍA que tener uno. Por supuesto, los celulares que tenían más de tres meses ya habían pasado de moda y era necesario ir renovándolo.
Ahora, un par de años después, los celulares son otro de los chiches que el mercado tiene para ofrecernos, hay innovaciones cada vez más complejas.
La tecnología y los medios de comunicación, van afectando enormemente la vida de cada uno de nosotros, pero como ya lo tomamos como algo habitual, ni nos damos cuenta.
Hace unas semanas, estaba recordando con una amiga que cuando éramos más chicas, solíamos ir al cine juntas y ver películas como “Evolution” o “Señales”. Surgió un planteo que mucho tiene que ver con el tema: notamos que el cine ya no tenía el auge que hace uno años tenía. Y claro, con Internet y la piratería que habita en ella, los cines de a poco, muy de a poco, van perdiendo su clientela. ¿ Para qué pagar 10 $ para ver una peli, si la puedo ver en la comodidad de mi casa sin pagar un centavo?. Los medios de comunicación se van “comiendo” entre sí.
Por medio de éste trabajo me pude dar cuenta el rol importante que tuvieron siempre los medios de comunicación en mi vida, y los cambios que sufrió desde la época de mis abuelos. Además lo que tuvo de lindo este trabajo es que está bueno escribir sobre la vida de tus antepasados, no es algo que te sirve solo en el cole, sino también como algo afectivo.


Keila Gomar

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